Opinión

La economía del bien común

El sistema capitalista en su cara más cruda del neoliberalismo, de la total desregularización económica y ausencia de planificación, nos ha metido en esta espiral de caída libre y empobrecimiento acelerado. El capitalismo ha intentado una y otra vez a lo largo de la historia crearse la cara amable con la filosofía de “la economía del bien común”, intentando lo que se llamaba “el Estado del bienestar”, sin embargo ha fracasado ante el monstruo neoliberal por ser una contradicción en sí misma.

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Las últimas décadas nos han hecho creer a todo el mundo que podíamos alcanzar “el sueño americano”, que con tesón y trabajo podíamos hacer realidad nuestros sueños, sueños que por otra parte sólo se podían concebir en forma de dinero, de bienes materiales y poder económico.

La imagen del triunfador era únicamente la del rico hecho así mismo a base de especular y explotar a otras personas en muchos casos, y con actividades dudosamente legales en otros muchos. El perdedor sin embargo era, en muchas ocasiones, aquel que había elegido su propio camino fuera del sistema, el que daba más importancia a su calidad de vida en términos emocionales, el que era por principios solidario y ético, y al que la posesión exagerada de objetos materiales le importaba muy poco.

Los humanos somos egoístas e individualistas por naturaleza, y a pesar de que la historia nos demuestra que los grandes logros sociales han sido conseguidos por la acción colectiva y solidaria, nos empeñamos en no mirar más allá de nuestro propio ombligo con la triste creencia que lo que es bueno para los demás tiene que ser malo para nosotros, es decir: nuestra felicidad se basa en poseer más cosas que los demás. En nuestro país, además, este comportamiento es generalizado, y curiosamente esto ocurre en una sociedad que mayoritariamente se siente católica, aunque olvida los principios éticos más elementales del cristianismo.

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El bien común sigue siendo, hoy más que nunca, la única fórmula para el futuro de nuestra sociedad, no solo para la recuperación económica, sino para la recuperación moral y cultural que de otra forma, es decir: por el camino que vamos, nos llevará al empobrecimiento masivo, la pérdida de derechos fundamentales,  la quiebra social y la inestabilidad política permanente.

Esto no es algo que sólo se deba conseguir por la vía política, si queremos conseguir una sociedad más justa y equilibrada nuestra actitud y comportamientos cotidianos son fundamentales. Tenemos mucho más poder del que nos creemos, y con una serie de pequeños actos en nuestra rutina diaria podemos cambiar el mundo.

Se nos suele llenar la boca de grandes frases, para criticar el comportamiento ético de los poderosos, y nos indignan cosas que nosotros hacemos en pequeña escala. Criticamos, por ejemplo, que ciertas empresas se lleven sus factorías a otros países donde la explotación infantil es norma, pero luego compramos esos productos. Nos llamamos protectores de la naturaleza y luego consumimos productos que agreden el medio ambiente.

Otros mundos son posibles, hay mucha gente que en su día a día están trabajando en ese sentido. La economía del bien común es una actitud en todo lo que hacemos, y podemos hacer mucho más para ello. Pero veamos ahora como con imaginación y creatividad se puede seguir adelante, con unas cuantas alternativas dentro de este sistema insolidario, para poder cambiarlo desde dentro.

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LAS ALTERNATIVAS

La semana pasada hice la introducción a este tema y me ha sorprendido el interesante debate que se ha creado. Eso quiere decir que la sociedad está empezando a plantearse la economía como un tema filosófico. La economía no solo es una ciencia, una ciencia que además no es exacta, porque tiene distintas fórmulas de aplicación desde distintas ideologías o filosofías.

La Economía del Bien Común (EDBC) originalmente es un proyecto económico abierto a las empresas y promovido por el economista austríaco Christian Felber que pretende implantar y desarrollar una verdadera economía y alternativa a los Mercados Financieros en la que necesariamente tienen que participar las empresas. A partir de esa premisa la idea ha sido adoptada desde distintas posiciones altermundistas y más o menos reinterpretada sin perder por ello su esencia.

La EDBC se debe regir por una serie de principios básicos que representan valores humanos: Confianza, honestidad, responsabilidad, cooperación, solidaridad, generosidad y compasión,  entre otros.

Para los defensores de la EDBC, aquellas empresas a las que guíen esos principios y valores deben obtener ventajas legales que les permitan sobrevivir, frente a los valores del lucro y la competencia actuales.

En la economía real actual se mide el éxito económico con valores o indicadores monetarios como el producto interior bruto y los beneficios que dejan fuera a los seres humanos y al medio en el que vivimos. Estos indicadores no nos dicen nada sobre si hay guerra, se vive en una dictadura, si sobreexplotamos el medio, si se respetan los derechos humanos, etc. De la misma manera una empresa que tenga beneficios no nos indica nada sobre las condiciones de sus trabajadores ni sobre lo que produce ni como lo produce.

El balance del bien común mide como una empresa vive: la dignidad humana, la solidaridad, la  justicia, la sostenibilidad ecológica, la democracia con todos sus proveedores y clientes. Por ejemplo, si la empresa promueve la esclavitud infantil, si hay desigualdad entre hombres y mujeres, si las rentas de los trabajadores están diferenciadas...Finalmente, la evaluación de esos valores podrá permitir al consumidor escoger los productos.

Como decía la semana pasada, hay muchos colectivos trabajando en ese sentido dentro del sistema actual. El cooperativismo es el modelo más arraigado, y funciona de una manera más o menos generalizada. Aunque el principio del modelo cooperativista es el de trabajo colectivo y reparto solidario, en muchos casos las cooperativas se parecen más a una Sociedad Anónima que a otra cosa. No obstante las trabas estatutarias ponen ciertos límites a la economía especulativa dentro de estos colectivos.

Dentro del cooperativismo han aparecido en los últimos años varios colectivos que representan una alternativa económica y financiera real, son las denominadas cooperativas financieras alternativas, también conocidas por el oximoron de BANCA ÉTICA.

La banca ética se caracteriza, desde el punto de vista del ahorro, porque su objetivo es proporcionar a las personas o instituciones un producto de ahorro adecuado a sus necesidades y que no encuentran en el mercado. Sin olvidar el rendimiento económico, les permiten participar en las decisiones referentes al destino de sus ahorros, de manera que éstos no entren en contradicción con sus valores. En cuanto al crédito, su objetivo es proporcionar créditos a los excluidos financieros, es decir, a personas emprendedoras y entidades del tercer sector y la economía social que encuentran importantes dificultades para acceder al crédito convencional y que a menudo cumplen los requisitos éticos que los ahorradores están buscando. Algunas cooperativas alternativas financieras son: OIKOCREDIT, COOP57 o ENCLAU.

Otro modelo que está empezando a desarrollarse, y que con la crisis está teniendo más aceptación es el denominado BANCO DE TIEMPO. Básicamente consiste en el antiguo sistema de trueque; las personas aportan horas de trabajo, más o menos especializado, a cambio de otras horas de trabajo. El ejemplo: Un profesor de inglés da 20 horas de clase al hijo de un albañil que le hará una pequeña reforma de 20 horas de trabajo. La idea como tal es buena, pero choca con varios problemas: La arraigada cultura del consumismo, el clasismo profesional insertado en nuestra cultura, una actividad laboral no cotizante. La idea de este modelo radica en rebajar la dependencia que tenemos del dinero.

Otro modelo de financiación en auge es el llamado CROWDFUNDING. Este es un sistema de multifinanciación que se está utilizando sobre todo para proyectos artísticos y culturales. Básicamente consiste en elaborar un proyecto, hacer el presupuesto y emitir una especie de bonos o acciones para que participe mucha gente con poco dinero, los beneficios para los colaboradores son de tipo cultural y emocional. Hay muchos ejemplos, pero voy a resumirlo en uno: Un grupo de rock quiere producir un disco pero no tiene dinero para financiarlo; por medio de alguna plataforma existente crea un crowdfunding con varias opciones de aportación de capital (10e, 15e, 20e, etc.) los colaboradores según su aportación recibirán a cambio: un CD, o un CD más su nombre en la carátula, esto más una entrada a un concierto, etc…

Aunque particularmente pienso que sólo desde un sistema de economía más o menos planificada se podría llegar a la Economía del Bien Común, creo que es compatible con otras tendencias ideológicas, siempre y cuando la ética y la solidaridad marquen el rumbo.

(Las ilustraciones de este artículo son obras del propio autor)

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