Opinión

Un momento de cambio histórico en Castilla-La Mancha

El bipartidismo existente en nuestro país y, por extensión, en nuestra región, por un lado, alineaba el espectro político y, por otro, establecía el marco de lo posible en las políticas gubernamentales.

Durante años, mientras que el PP aglutinaba a toda la derecha, desde la extrema derecha radical hasta los liberales más tibios y descafeinados; el PSOE se erigía en el gran partido de izquierda con posibilidades de gobernar. Así pues, y por asociación, esta ordenación establecía una relación directa entre las medidas políticas asumidas por el PSOE y las “políticas de izquierda” realizables en nuestro país. Por consiguiente, todas aquellas medidas progresistas fuera de la órbita del PSOE no tenían cabida en la práctica política diaria y, además, eran consideradas irrealizables en el mejor de los casos, cuando no utópicas o radicales. Al estar cautivo por las limitaciones que el bipartidismo imponía, el PSOE fue impregnando sus propuestas políticas de un conservadurismo cada vez más acusado, al tiempo que escoraba hacia el campo de lo irrealizable un mayor número de medidas o propuestas que a priori debían ser asumidas por un partido social-demócrata. Este viraje ideológico del PSOE hacia postulados neoliberales alcanzó su paroxismo en el pacto con el PP y la posterior modificación del artículo 135 de la Constitución Española. En síntesis, el devenir histórico del bipartidismo ha diluido el posicionamiento ideológico del PSOE y, tras consumarse una simbiosis con el PP, ha gestado su conversión en el ala progresista del bipartidismo. Este naufragio ideológico del PSOE ha tenido nefastas consecuencias, destacando principalmente el divorcio entre sus bases y las diferentes cúpulas rectoras del partido que se han sucedido, artífices en última instancia de esta dinámica política.

Esta transformación explica en parte por qué hoy día salir a una plaza pública y exigir en voz alta una sanidad universal, una educación pública de calidad, una mayor progresividad impositiva, el acceso a una vivienda digna o la mejora de las condiciones laborales, es tachado de utópico o irrealizable, cuando lo único que se hace es evocar los principios que rigen el articulado de la constitución española vigente.

Siguiendo con nuestro análisis del bipartidismo, es necesario resaltar que una de sus características políticas más destacables ha sido la gran capacidad de generar gobiernos de mayoría absoluta. Pero hay que discernir entre mayoría absoluta y mayoría social. La deformación que introduce la Ley D’Hondt en la conversión de los votos en diputados puede llevarnos a incurrir en el error de interpretar la configuración de una mayoría absoluta como la materialización política de una mayoría social ciudadana. Y no tiene por qué ser así. Con el apoyo de un tercio del censo electoral el PP obtuvo mayoría absoluta en las últimas elecciones generales. ¿Implica esto que existía una mayoría social en nuestro país respaldando al PP? Dar correcta respuesta a una pregunta cómo ésta es trascendental, debido a que un error de cálculo en las valoraciones puede conducir a consecuencias graves en el diseño y aplicación de las medidas políticas posteriores.

En Castilla-La Mancha, el bipartidismo ha tenido su momento más crítico y dramático durante la legislatura que ahora toca a su fin. Bajo el gobierno del PP - con su presidenta Cospedal a la cabeza-, se han desplegado de manera implacable unas políticas neoliberales de lo más nocivas para con la ciudadanía. Además, la práctica política desarrollada, aupada por la euforia de haber obtenido una gran e inesperada mayoría absoluta, ha olvidado cualquier tipo de consenso o diálogo y se ha aplicado de manera aplastante y unilateral, sobrepasando en algunas ocasiones incluso los límites de la legalidad, como han dejado patente varios fallos judiciales. Este desbordamiento de las formas, esta incontinencia en la aplicación de medidas, podría definirse con un concepto: neo-caciquismo, noción que históricamente y sin el prefijo neo resulta muy familiar -por desgracia- para la gente de esta tierra. Un patrón de fondo éste que se reproduce en múltiples ejemplos que pasamos a enumerar. Uno. La ley de caza aprobada recientemente y puesta al servicio de unos pocos, los grandes propietarios latifundistas, los amigos del partido, los amigos del Íbex 35. Dos. Una política sanitaria cuyas medidas, al tiempo que degradaban la sanidad pública, derivaban pacientes hacia instituciones privadas de la región o de Madrid, para beneficio de empresas privadas y de los amigos del partido, y en algunos casos, y para más inri, para beneficio de familiares cercanos a miembros del gobierno de Cospedal. Tres. Una política educativa que, mientras deterioraba la escuela pública, beneficiaba a los centros privados-concertados, la mayoría de ellos en manos de los amigos del partido, diferentes congregaciones religiosas. Cuatro. Un uso de la RTVCLM partidista, instrumentalizada y convertida en una herramienta más al servicio del aparato propagandístico del Partido Popular, relegando intencionadamente su independencia y su vocación de servicio público. Cinco. Finalmente, una ley electoral tramposa y tendenciosa, convertida en ejemplo paradigmático de lo que muchos autores han denominado fascismo electoral, o lo que es lo mismo, cuando un gobierno, dentro del estado de derecho, atendiendo al orden constitucional y bajo la legalidad vigente, establece reformas encaminadas única y exclusivamente a su perpetuación en el poder, a costa de todo, de lo que sea, de la soberanía popular, de la representatividad parlamentaria, o incluso poniendo en entredicho esa máxima que heredamos de los revolucionarios franceses que decía una persona, un voto.

Esto no es propio solo de Castilla-La Mancha, sino que como teselas de un mosaico de mayor envergadura, atiende a un propósito de ámbito estatal. Y es que el Partido Popular, instalado en la radicalidad política, y actuando como correa de transmisión de organismos supranacionales como la Comisión Europea, el FMI o el Banco Central Europeo, ha desarrollado un proyecto cuyos pilares son la imposición del tradicionalismo tardofranquista, el ataque y expolio del estado del bienestar, la destrucción del contrato social que nació durante la Transición y el deseo consciente de privilegiar a la oligarquía de nuestro país.

Esta realidad bipartidista es la que los resultados electorales del 24 de mayo han hecho estallar. La aparición en el tablero de juego de Podemos-CLM ha permitido poner fin a la sucesión de mayorías absolutas y ha abierto una ventana de cambio impensable hace tan solo un año. A poco más de un mes desde la noche electoral, nos encontramos en plena transición desde el bipartidismo hacia un nuevo escenario en el que va cristalizando la nueva correlación de fuerzas políticas en Castilla-La Mancha. En este escaso intervalo de tiempo, con un Partido Popular destronado, el PSOE ha comenzado a mostrar sus cartas. Y digno de análisis es, sin duda, su evolución a lo largo de estas cinco semanas, en las que destacamos varios hitos relevantes. En primer lugar, y ya en la misma noche electoral, estupefactos quedamos propios y extraños al contemplar cómo el candidato Page celebraba la derrota electoral del PSOE en la región. Curiosa reacción que nos hizo pensar en la existencia de un posible pacto de estabilidad con el Partido Popular. En segundo lugar, en sus declaraciones, Page ha agitado los fantasmas cospedalianos exigiendo estabilidad; pero ¿qué entiende Page por estabilidad? Probablemente estabilidad sea sinónimo de mayoría absoluta o, en su defecto, de un pacto de gobierno que le dé carta blanca para hacer y deshacer a su antojo. Se confunde. Podemos-CLM no llega a la escena política para ser la segunda parte de IU -aunque eso es lo que le gustaría-, no salta al tablero político para mercadear sillones y liberaciones a cambio de la ilusión y la esperanza de la ciudadanía. Y esto ha quedado patente en las negociaciones en las que Podemos-CLM ha arrancado al PSOE un compromiso, un acuerdo ambicioso basado en trece puntos firmados ante notario, impensable en un contexto de mayoría absoluta, con el único objetivo de mejorar las condiciones materiales de los habitantes de Castilla-La Mancha.

Con nuevo Presidente y a la espera de que el ejecutivo regional empiece a trabajar, dejamos atrás la falsa estabilidad de las mayorías absolutas, que no es otra cosa que imposición unilateral, para adentrarnos en un nuevo marco de diálogo, de cesión y de compromiso. Desde el lugar que nos corresponde, la oposición política, vigilantes y conscientes de la enorme responsabilidad que casi ciento diez mil votantes han depositado en nosotros, desde la entrega, el trabajo y la humildad nos disponemos a actuar en un tablero de juego que es el mismo de siempre, con las mismas reglas, pero con un nuevo actor destinado a jugar un papel clave. Ante las “políticas de izquierda” asumidas por el PSOE, ese espectro de límites tenues y borrosos que ha ido menguando en los últimos años, Podemos-CLM no tendrá una actitud tibia y conservadora, sino todo lo contrario, y es que nuestro trabajo descansa sobre el compromiso decidido de arrastrar al PSOE hacia políticas progresistas reales y de calado que beneficien al conjunto de la ciudadanía, ensanchando al máximo el marco de lo políticamente posible.

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