Opinión

¿Lecturas solo veraniegas? La encíclica papal sobre el clima

No es cuestión de hacer un resumen del texto, pero si vale la pena reflexionar sobre algunos puntos de interés a partir de su lectura. En este sentido es importante reseñar que la lectura de la segunda encíclica papal es bastante clara en su redacción y se hace amena, abarcando diferentes temas y problemáticas, y pudiendo leerse ya fuera desde una perspectiva científica, religiosa o simplemente humana. 

En primer lugar llama la atención la mención en el título que se hace al "cuidado de la Casa Común" haciendo mención a San Francisco de Asís en su cantico de amor hacia la "hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, gobierna y produce", y que al que esto escribe le recuerda a la hipótesis de James Lovelock sobre "Gaia". El veterano científico inglés explica Gaia a partir de la capacidad de la biosfera terrestre para autoregular las condiciones del planeta, creando las condiciones necesarias para la vida, lo que enaltecería esa característica "hospitalaria" de nuestro planeta a la que en cierto modo se referiría el fundador de la Orden Franciscana. 

Una vez enmarcado el sujeto a analizar, Francisco pasa a hacer un diagnostico del problema, explicando "lo que le está pasando a nuestra Casa", con el problema de la contaminación y el Cambio Climático, entendiendo el clima como un bien común, la importancia del agua en este contexto, la perdida de la biodiversidad y entrando, sin duda, en uno de los temas de los que hace bandera el Papa: la lucha contra la pobreza y la desigualdad, advirtiendo que los impactos del Cambio Climático afectaran con mayor fuerza, inicialmente, a aquellos que viven con mas privaciones, expresando esta situación en términos de "Inequidad planetaria".

Como respuesta inicial Francisco aboga por una "Ecología integral", que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales y el rol central de la noción del bien común como articulador de una ética social y solidaria, que permita mejor enfrentar desafíos como los vinculados con el Cambio Climático.

El paso adelante que da el Papa al denunciar y hacer una llamada a la acción global y fraternal, no es nueva, y tiene su traslación en el clamor global que desde diversos ámbitos, mayoritariamente de la sociedad civil, ha identificado y denunciado las negociaciones y la gobernanza sobre el clima, como un espacio todavía ajeno a la defensa de los derechos humanos, donde se minimiza la importancia de desarrollar acciones globales que protejan a aquellas comunidades más vulnerables que se encuentran en la primera línea de los impactos del Cambio Climático.

El Papa Francisco critica desde esta perspectiva el modelo económico-financiero dominante expresado, por ejemplo, en los mecanismos de venta de bonos de carbono vinculados al Protocolo de Kioto, y sobre los que basculan en gran medida las respuestas globales ante el Cambio Climático.

La crítica del Papa se encuentra reconocida igualmente desde otros enfoques, en primer lugar porque esos mecanismos económico-financieros basados en el comercio y la especulación no parecen dar una respuesta eficiente y ofrecer un compromiso sincero con un problema que sobrepasa los planteamientos del capitalismo y el paradigma neoliberal.

En segundo lugar, estos planteamientos no parecen ofrecer una respuesta adecuada al problema del aumento de la pobreza vinculado a la degradación medioambiental, es más, pareciera que estas respuestas no son sino otro agravante para el aumento de las desigualdades y el apuntalamiento de unas élites, tanto a nivel mundial como local, cada vez más privilegiadas y desconectadas de los problemas globales.

Las respuestas pasan por el establecimiento de verdaderas actuaciones y políticas solidarias entre países y regiones, tal y como hace mención el Cardenal Bergoglio con respecto a las energías renovables, con una especial mención a la energía solar como medio para facilitar el progreso de los países a través de mecanismos solidarios de transferencia de tecnología y otros recursos de conocimiento y financieros.

De fondo, lo que traslada el Papa en su mensaje, pensando principalmente en su disperso rebaño, es el problema que reflejado en los procesos y las respuestas vinculados a la degradación medioambiental nos da cuenta de la propia degradación ética y moral de la iglesia católica y sus fieles, reconociéndose, en sus élites sociales, políticas o económicas, una deriva que llega a abrazar la ortodoxia del paradigma conservador-neoliberal imperante y que poco tiene que ver con la caridad, valores y enseñanzas de Jesús.

La crítica y el perfil autocritico que intenta asumir el Papa no parece ser la tónica dentro del catolicismo. La encíclica papal ya fue criticada desde sectores cercanos a la iglesia católica incluso antes de ser publicada, y las críticas ha continuado, en especial desde los sectores católicos de los Estados Unidos. Evidentemente el señalar el calentamiento global como un problema directamente vinculado con el orden político y económico ha levantado ampollas y las "recomendaciones" de figuras como las de Jeb Bush, precandidato Republicano a la Presidencia de los EE.UU y católico practicante, se dirigen a instar al Papa a dedicarse a los asuntos de la fe y dejar en manos de los políticos lo relativo a la economía y la política.

Trasladar este debate a España puede ser aun más desmoralizador, con unas élites católicas políticas, económicas y sociales que por un lado asumen, o al menos defienden, los postulados más conservadores tanto de las altas instancias eclesiásticas como de los grupos católicos mas poderosos, pero también asumen los principios económicos más neoliberales, surgiendo como resultado de esta ecuación unos valores y unas formas de actuar, en lo espiritual o lo terrenal,  que también distan mucho del paradigma de amor y compasión cristiana. 

Identificando esas élites con el actual gobierno de la nación, está probada la vinculación directa que tiene la Fundación FAES, "laboratorio de ideas" del Partido Popular, con instituciones similares que desde los Estados Unidos se encuentran entre las más activas en el ámbito del negacionismo climático. Se antoja difícil ver un propósito de cambio sincero cuando desde esas altas instancias políticas se pone en duda el Cambio Climático ("el primo de Rajoy"); se afirma que "el planeta ha de estar al servicio del hombre" (ex alcaldesa de Madrid, Ana Botella), aplicándose al pie de la letra la invitación a "dominar" la tierra que le hace Dios al hombre (Génesis 1, 28); donde se legisla con el objetivo de ejemplificar esa subyugación de la naturaleza al hombre como es el caso de la reciente Ley de Montes que permitiría recalificar los suelos forestales tras sufrir incendios, y que se traduce en un aumento de los incendios provocados; o como el Ministro Soria penaliza la producción de energía solar para autoconsumo en beneficio de los oligopolios energéticos.

"Mi reino no es de este mundo" (Juan 18,36). La promesa de que ante la temporalidad de los reinos de este mundo, la salvación ofrece un reinado eterno e infinito, se ofrece en este contexto como una "barra libre" para pecadores que pueden actuar a discreción siempre y cuando se arrepientan al final.

Entiéndase esta lectura de las escrituras de Juan o el Génesis, radical si quieren, como un ejemplo de planteamientos que desde la religión poco hacen por reconocer y actuar para intentar resolver o minimizar el problema del Cambio Climático, y que confronta con la necesidad de entender la responsabilidad, de creyentes y no creyentes, ante los nuestros y sobre todo para con las futuras generaciones que están por venir.

La Responsabilidad Intergeneracional debe ser por tanto, el objetivo principal que guíe nuestras acciones, siendo el deber de las actuales generaciones el actuar en beneficio de los que están por nacer, porque solo tenemos una Tierra o un Reino, como gusten.   

Por tanto, las reflexiones que ofrece el Papa van mucho más allá de la mera reflexión ecológica, social, política o económica, sino que ofrecen la necesidad de replantearse los atajos que toma la fe al sostener que el Reino de Dios se halla lejos de la Tierra, sobre todo si esto se hace a costa del bienestar de la Casa Común de la que hablaba San Francisco de Asís.

A pesar de todo la Iglesia, y sus millones de fieles, pueden y deben ser un elemento de vital importancia a la hora de proponer respuestas ante el problema del Cambio Climático, pero esto debe hacerse, de inicio, a través de un intenso proceso de reflexión interna.

Colaborar en los necesarios procesos de transformación social y transición justa hacia nuevos modelos sociales, económicos o energéticos más sostenibles; responder ante el interés cortoplazista con el que actúan muchos gobiernos sin considerar la Responsabilidad Intergeneracional mencionada; promover un necesario dialogo entre razón y fe / ciencia y religión en la búsqueda de soluciones conjuntas más allá de discursos apocalípticos; o incluso reestructurar la forma en que la Iglesia se organiza y actúa a nivel global incrementando su papel como actor fundamental en la lucha contra el Cambio Climático, así como frente a las desigualdades y la pobreza que vienen de la mano de sus impactos, es sin duda uno de los desafíos más importantes que tiene frente a sí el Papa Francisco, sus sucesores y sus fieles.

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