Opinión

Este mensaje es para ti, hombre: ha llegado la hora de ceder

Lo primero que tienes que hacer es cuestionarte tus actos y hábitos: tienes que ponerte unas gafas moradas, ese maravilloso instrumento que nos permite ver la desigualdad por causa de género donde antes no eras capaz de verla, y hacer un esfuerzo por modificar todo aquello que perpetúe estereotipos y desigualdades o que ponga en un plano de inferioridad a la mujer, es decir, que sea machista. Todo es susceptible de ser analizado con estas gafas: tus relaciones con la familia o tu pareja, las conversaciones con tus amistades, las películas que ves, cómo miras a la gente o el espacio vital que abarcas.

Esta nueva visión de la sociedad patriarcal va a mejorar radicalmente tu vida personal, y por eso creerás que ha llegado el momento de difundir la palabra: en el trabajo, en la calle, en las organizaciones a las que pertenezcas. Empezarás a hablar más de feminismo, de igualdad (perdón por la redundancia), de lenguaje igualitario, cuando tomamos términos positivos; o si nos ponemos negativos de brecha salarial, de techo de cristal, de estereotipos de género, de opresión de la mujer, de heteropatriarcado: de violencia. En resumen: cuestionarás, ya no sólo para ti mismo, cómo está estructurada nuestra sociedad, en la que el hombre es el amo y señor de la Tierra y de todos los seres que habitan en ella, incluidas las mujeres. Así que no te quedará otro remedio que abogar por la liberación de la mujer, porque sin libertad no puede haber igualdad, y lo defenderás ante toda aquella persona que quiera escucharte, ya sea en conversaciones informales o en actos públicos... Y te estarás viniendo arriba.

Resulta, que cuando llegues a este punto, tendrás otro momento de reflexión íntima y sosegada, que puede venir dado por un artículo como el que estás leyendo o este otro, por el diálogo con hombres como los de AHIGE, o por un proceso personal tuyo. Te empezarás a dar cuenta de que las mujeres tienen que ser las protagonistas de este cambio. Que nuestra función es apoyarlas, así que hay que escuchar más y hablar menos, estar presentes pero no visibles, al menos no en esta lucha. Que nuestro trabajo debe ser silencioso pero real. Éste será el equilibrio más difícil a conseguir: compatibilizar las ganas de aportar, de sumar a la causa, con un papel más apropiado para nosotros los hombres.

Y encontrarás que hay dos noticias, una buena y otra mala. La buena, que hay un ámbito en el que podrás explayarte a gusto que es el trabajo con los hombres, a los que hay que hacerles llegar la otra noticia, la mala. Que el patriarcado también te está haciendo polvo y no lo sabías. El rol de género que se te ha asignado (fuerte, valiente, infalible, varonil, macho) te hace mucho daño y te impide disfrutar plenamente de algunas cosas maravillosas sin miedo a que se te pueda tachar de ser “poco hombre”: cuidar a otras personas, llorar en público, reconocer tus errores, sentirte vulnerable, vivir todo tu ser y no este ser amputado en que te han convertido los estereotipos de género y otros hombres.

Por último llegarás a la conclusión de que no sería justo sin embargo que tú te liberases de estas ataduras y permitieses que las mujeres sigan en su situación de sumisión. Por ello, llegará tu momento de ceder privilegios. No sólo de manera individual, sino luchando día a día, en los grandes gestos y en los detalles, para que todo hombre que conozcas ceda, cada vez un poquito más, los privilegios que la sociedad patriarcal le ha atribuido sólo por tener un cromosoma distinto.

En ocasiones renunciarás a tener voz para que la tenga una mujer, denunciarás las diferencias salariales o retrasarás tu prometedora carrera para que tu pareja pueda desarrollarse profesionalmente. Te tocará renunciar, ceder, ausentarte, dimitir si es necesario, como ellas han estado haciendo durante siglos. Porque nosotros cedamos de vez en cuando tampoco pasa nada, ¿no?

Pablo Martín Calvo

Maestro y pedagogo

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