Opinión

Blade Runner: La España de los Replicantes

La gestión de los recursos y la resolución de problemas la detentan grupos reducidos que asumen esa tarea  a cambio de procurar el bienestar para los ciudadanos por igual. Los ciudadanos de ese modo no soportan esas responsabilidades demasiado pesadas que implicaban una participación y control agotador sobre la fatigosa acción de los Estados. Las estructuras estatales y supraestatales han ido reduciendo paulatinamente su presencia en la vida pública y subordinadas a otros entes, las grandes multinacionales que producen bienes y servicios, controlan el empleo para los individuos y evitan que el Estado asuma tales costes y por consiguiente recaudar menos  impuestos. La seguridad y el control para asegurarlas se ejercen por medio de una vigilancia permanente y omnipresente capaz de penetrar en todo lugar gracias al motor tecnológico, que potencia todo el proceso y permite prescindir de personas físicas haciéndolo más eficiente (drones, redes de satélites, monitorización de internet y RRSS).

Una ‘utopía’ fantástica en la que cada cual y en libre albedrío puede desarrollar individualmente su vida sin atender en exceso el impacto sobre el resto, consumiendo lo que se considere y en la cantidad que se desee, aunque no se necesitase, en función de la capacidad económica de cada individuo. Por otra parte, el negativo de la película revela una imagen distinta y variable según el lugar pero con detalles similares. España luce como un transgénico con características superficiales de primer nivel, atractivas e intensas, pero cuyo aspecto interior se aproxima más al de una manzana medio podrida que hace tiempo olvidamos en el fondo del cajón de la nevera.

A pesar de que el relato que se regala sin admitir devoluciones es el que se propaga como la metástasis en los discursos de la ‘recuperación económica’ la deuda pública supera el 100% del PIB, uno de cada cinco ciudadanos españoles se encuentra en riesgo de pobreza y las familias obtienen cada vez menos ingresos, lo cual indica que las pensiones de los mayores son un fuerte pilar sobre barro y la falta de cotización lo erosiona más en el tiempo. Todos estos síntomas sumados a todos los que desborda el imaginario colectivo resumidos en emergencia social, corrupción y fraude quedan incluso retratados por otros detalles de menos importancia a priori pero también ilustrativos como es el caso de las estimaciones que muestran aproximadamente que en torno a un 44,5% de los hogares españoles no pueden permitirse una semana de vacaciones fuera de casa.  Tomando prestado el sentido de la frase “¿Por qué las monjas votan a puteros?”—irónica referencia al perfil sociológico de voto a Berlusconi— es un ejercicio que puede desembocar en histeria la reflexión sobre  por qué la ciudadanía reacciona con respuesta pasiva frente a la situación descrita y de contención frente a la oposición de nuevas alternativas.

La ciudadanía se ha deshumanizado en aras de creerse superior y más desarrollada. No es exclusivamente una cuestión de mayorías o de masas. El elemento diferenciador elementalmente es la conversión de los individuos en replicantes, seres carentes de capacidad emocional programados para recibir información y procesarla con arreglo a una serie de parámetros estandarizados para ejecutarlos en respuestas que completen sus funciones. Las decisiones ergo no son autónomas. Los filtros de procesamiento son reconfigurados a voluntad y conveniencia de quienes desean obtener una respuesta determinada o la contraria y, las extensiones que habilitan el pensamiento paralelo, la reflexión y valoración de contrastes o la lectura y análisis del conflicto de opciones se encuentran desactivados en el menú de ajustes. Y todos condicionamientos son externos al propio individuo. Se encuentran en la televisión, cualquier otro medio audiovisual, la prensa, la música, la publicidad y cualquier comercial sobre el que se erige el espectáculo. Todo legado de la construcción cívica de nuestras democracias en el pasado se reduce a la decadencia y a la producción de identidades colectivas e individuales que definen la identidad de los ciudadanos, vacía de significado.

Todos  atisbo de progreso basado principalmente en el progreso tecnológico  orientado al mercado no es más que una imposición permanente a ser voluntariamente esclavos del consumismo más obsceno y destructivo. La compra y adquisición de  productos cuya fecha de  sustitución o desecho está predeterminada por la fecha de salida de un nuevo producto en pocos meses. La obsolescencia programada. Sin haber abierto aun la caja donde se encuentra el último modelo de un Smartphone, ya se está pensando en invertir una gran cantidad económica que posiblemente no se disponga o no se pueda disponer en el modelo ulterior.  El desperdicio realizado es espeluznante.

El replicante no obstante continúa respondiendo. A los que son considerados anómalos o defectuosos se les persigue y criminaliza. Quienes temen la inversión de roles o la recomposición del statu quo y por consiguiente de sus equilibrios no escatiman en medios para lograrlo vía los replicantes. A menos de un mes de otra cita electoral, consecuencia de la fallida anterior que inauguró este periodo de interinidad política, en palabras de Enric Juliana, se está desarrollando la campaña electoral de ciertos candidatos a la presidencia del Gobierno en España utilizando como arma la situación de un país como Venezuela para atacar a rivales políticos en nuestro país. Es profundamente aturdidor observar cómo se desplazan, se interesan e incluso lloran con impostadas lágrimas en suelo venezolano y se defiende la corrección de las injusticias y el diálogo en aras de desacreditar a rivales políticos, auspiciados por la connivencia de medios mayoritarios que a falta de pruebas justifican con opiniones en sus editoriales, como señala Antonio Maestre. Sacar rédito de la miseria ajena y ondear la bandera de la libertad y la democracia para la foto.

Sin embargo, la capacidad de rebelión de la mente está latente. Desactivada y dormida pero no desaparecida. Existe. Los problemas los tenemos tan cerca que no queremos verlos. Pero están a las puertas de nuestros sentidos.


“No sé por qué me salvó la vida, quizá en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca. No solo su vida, la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería, eran las mismas respuesta que todos buscamos: ¿De dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda? Todo lo que yo podía hacer era sentarme ahí y verle morir.”

Rick Deckard (en referencia a Roy, el replicante que quería sentir)

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