Opinión

Podemos, una hipótesis vigente

Este modelo organizativo vertical y jerárquico no sólo es contradictorio con nuestros planteamientos fundacionales y fuertemente limitado para el propósito de construir poder popular desde abajo, sino que además la propia gestión de la ‘hipótesis Vistalegre’ por la dirección ha ido acompañada de continuos cambios y renuncias programáticas, de un tacticismo excesivo y de bandazos discursivos que han provocado desorientación y han desdibujado más aún la identidad y el proyecto político original de Podemos.

No somos un partido socialdemócrata. Tal caracterización no figura en ninguno de nuestros documentos éticos, organizativos o políticos, ni ha sido decidida en ningún momento por nuestras bases a través de un procedimiento democrático. En su momento renunciamos a definir nuestra identidad en términos del eje izquierda-derecha precisamente porque el significante ‘izquierda’ había sido desvirtuado por su identificación con el PSOE en el marco de un sistema bipartidista donde había alternancia pero no alternativa. Optamos en su lugar por definirnos en el eje de la mayoría social de abajo frente a la casta y la minoría privilegiada de arriba; y el de una nueva forma de hacer política, horizontal, transparente y participativa, frente a la vieja política, vertical, opaca y delegativa.

Renunciamos a anteponer determinados símbolos y etiquetas para poner en primer término propuestas programáticas que podían concitar el apoyo de una mayoría social, con independencia de sus identidades y trayectorias políticas previas, a fin de facilitar la traducción de esa mayoría social en una nueva mayoría electoral y política. Podría si acaso considerarse la oportunidad de rehabilitar y resignificar el término ‘izquierda’ como izquierda real que defiende a la gente de abajo frente a la de arriba en contraposición a aquella que realmente no es tal. Lo que no tiene sentido y menoscaba seriamente nuestra capacidad de impugnar el régimen del ’78 es adoptar una etiqueta identificada con el PSOE que se encuentra en bancarrota histórica y que no admite ya retornos ni cuartas vías tras su deriva social-liberal.

Con el mismo propósito de poner el foco en las políticas, en lugar de en el reparto de sillones, optamos también por la fórmula de los acuerdos de investidura en los gobiernos autonómicos frente a los pactos de cogobierno con el PSOE. Mantuvimos esta misma posición a nivel estatal hasta el 20D y aseguramos en campaña que no entraríamos en ningún gobierno que no fuese encabezado por Podemos, para pasar después, sin embargo, a ofrecer al PSOE un pacto de cogobierno acompañado de un reparto detallado de carteras y ministerios. Como explicaba Josep María Antentas en un artículo reciente, haber ofrecido, en cambio, un acuerdo de investidura centrado en propuestas programáticas anti-austeridad con un amplio respaldo social, inasumibles en cualquier caso para el PSOE, habría facilitado la explicación y comprensión de los motivos del desacuerdo y evitado los reproches del PSOE sobre las pretensiones de reparto de sillones.

Pero no se trata únicamente de ser creíbles y coherentes con lo que afirmamos en campaña, sino también de no olvidar los motivos por los que hemos rechazado anteriormente entrar en gobiernos del PSOE a nivel autonómico y estatal. Esta posición se basaba en gran medida en una crítica a la deriva gestionaria y subalterna de fuerzas como IU en gobiernos autonómicos como el de Andalucía, de la que buena parte de su militancia ha hecho también autocrítica. No queremos ser muleta del PSOE. Entrar en minoría en gobiernos del PSOE nos haría copartícipes de las políticas de austeridad que estos gobiernos han aplicado y a buen seguro continuarán aplicando y dificultaría más aún nuestra capacidad de postularnos como una alternativa al régimen bipartidista, que debe construirse y perfilarse desde la oposición a esas políticas. Con mayor motivo en la medida en que el PSOE ni siquiera ha hecho una verdadera autocrítica ni ha renegado realmente de las políticas de austeridad aplicadas hasta ahora.

Zapatero no es el mejor presidente de la democracia. Fue su gobierno el que, ante una crisis desencadenada por la especulación financiera, optó por rescatar a la banca con dinero público, imponer recortes sociales, congelar las pensiones, subir el IVA, implementar la reforma laboral de 2010 y perpetrar con el PP al dictado de la Troika la reforma del artículo 135 de la Constitución Española sin consultar a la ciudadanía para encadenarnos al pago de una deuda que no es nuestra, anteponiendo los intereses de los grandes acreedores de la deuda a las necesidades sociales de la gente. Y fue precisamente bajo su gobierno y por medidas como estas que estalló la indignación ciudadana el 15 de Mayo de 2011, cuando miles de personas llenamos las calles y plazas para clamar que “no nos representan”, que “lo llaman democracia y no lo es”, que “el problema es el sistema” y reivindicar no sólo otras políticas, sino también y sobre todo otra forma de hacer política.

Los análisis postelectorales que están publicándose estos días son ciertamente reveladores. Según el sondeo postelectoral realizado por Demoscopia sobre fidelidades y fugas de voto entre el 20D y el 26J, si bien el 26J Unidos Podemos logró el apoyo de 185.000 votantes que en 2015 se habían quedado en casa, casi 800.000 votantes de Podemos y en torno a 137.000 de Unidad Popular en 2015 decidieron abstenerse en cambio el 26J. Es decir, la gran mayoría de votantes perdidos en ese lapso no optaron por votar a otros partidos, sino que echaron de menos un Podemos que se ha desdibujado en un camino con demasiados giros.

La encuesta realizada por la Secretaría de Organización a las bases de Podemos, en la que han participado más de 400 círculos, también es elocuente en este sentido. Mientras la alianza con IU o la defensa del derecho a decidir son contemplados como factores neutros, los principales factores negativos identificados son la campaña del miedo a un gobierno de Podemos, junto al discurso socialdemócrata, la mano tendida al PSOE y la gestión de las conversaciones de investidura. En general, las bases han echado en falta haber salido al paso de las críticas y un discurso más combativo. También se ha identificado como factor negativo la injerencia de la dirección estatal en la elección de las candidaturas locales. Las bases demandan, en síntesis, menos socialdemocracia y más 15M. Nuestra gente no quiere los partidos del régimen ni uno nuevo que se les parezca, sino un Podemos genuino que se mantenga fiel a sus orígenes.

No somos ni debemos ser un partido normal. Surgimos precisamente de un movimiento popular y ciudadano que se alzó indignado frente a la “normalidad” del régimen del ’78. Nos dimos cuenta de que si dejábamos que hiciesen la política en nuestro nombre acababan haciéndola en contra de nuestros intereses; y que, aunque la movilización social es fundamental, necesitábamos también llegar a las instituciones para transformarlas y ponerlas al servicio de la gente. Por eso nos propusimos convertir la indignación en cambio político y democracia real, construir una herramienta política radicalmente democrática basada en el protagonismo popular y ciudadano con un programa de ruptura y constituyente y levantar una alternativa de unidad y poder popular no frente al gobierno de turno del PSOE o del PP, sino frente al régimen bipartidista del ’78 y su casta. Esa es la hipótesis Podemos, una hipótesis vigente cuyo potencial aún no hemos llegado a verificar.

En el nuevo ciclo que se abre ahora tras el anterior ciclo electoral debemos afrontar el reto de reconstruir y profundizar la hipótesis Podemos, recuperando la identidad y coordenadas fundamentales de nuestro proyecto. Ante este reto, bien merece la pena recordar lo que dijimos en ‘Mover ficha’, nuestro manifiesto fundacional: “Los de arriba nos dicen que no se puede hacer nada más que resignarse y, como mucho, elegir entre los colores de siempre. Nosotros pensamos que no es tiempo de renuncias, sino de mover ficha y sumar, ofreciendo herramientas a la indignación y el deseo de cambio. En las calles se repite insistentemente “Sí se puede”. Nosotras y nosotros decimos: “Podemos”.

David Llorente es diputado y portavoz de Podemos en las Cortes de Castilla-La Mancha

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