No, el fin de la revolución comunera no supuso la derrota de sus ideales

Al fracasar la insurrección el emperador Carlos V asesinó a sus principales líderes, pero los principios que representaban consiguieron llegar a América y fueron la base de posteriores levantamientos frente al absolutismo.
Imagen de varias banderas comuneras. ARCHIVO
photo_camera Imagen de varias banderas comuneras. ARCHIVO

TOLEDO.- La batalla de Villalar, de la que se cumplen este viernes cinco siglos, marcó un antes y un después en la Guerra de las Comunidades de Castilla, una revolución adelantada a su época cuyos ideales, sin embargo, no perecieron en aquel campo castellano con la derrota de los afamados Juan Bravo, Padilla y Maldonado.

Como cuenta en una entrevista el profesor de Derecho Penal e Historia y Teoría del Derecho de la Universidad de Valladolid Jesús Luis Castillo Vegas, tras la derrota de la revolución comunera en Villalar de los Comuneros (Valladolid) a manos del bando realista del emperador Carlos V (Carlos I en España), los ideales revolucionarios siguieron vivos unos meses más en la Península, para emigrar después a las colonias en América.

Con la derrota en Villalar no solo cayó derrotado el brazo armado de la revolución, sino que sus tres principales líderes fueron capturados y asesinados en menos de veinticuatro horas, como así quedó plasmado en el lienzo 'Los comuneros en el patíbulo', de Antonio Gisbert, recientemente trasladado de forma provisional a las actuales Cortes de Castilla y León.

Con la muerte de Bravo, Padilla y Maldonado, otro nombre, especialmente en los últimos años, cobró protagonismo, en este caso, de mujer: María Pacheco, viuda de Padilla que tomó las riendas de la revolución desde Toledo durante nueve meses más y consiguió "unas capitulaciones aceptables, aunque luego no fueron respetadas por el prior de San Juan, líder del bando militar realista en Toledo", de tal manera que a Pacheco tuvo que huir a Portugal.

Así, con la revolución sofocada en las ciudades rebeldes y sus apoyos justiciados, los ideales comuneros fueron desterrados de los dominios peninsulares de la Corona, pero estos cruzaron el Atlántico hasta el Nuevo Mundo, concretamente hasta Venezuela, donde un número importante de comuneros arribaron junto con uno de los nombres propios de las Américas, Bartolomé de las Casas, aunque "le abandonaron nada más llegar", explica Castillo.

Junto con los comuneros, a América llegó "la idea de que es el consentimiento de los vecinos de la ciudad lo que puede legitimar el poder", algo que reaparece con personajes ilustres como Hernán Cortés y con Gonzalo Pizarro y sería la base, ya en el siglo XIX, de las guerras de independencia americanas.

Asimismo, también hubo en América algunas revoluciones que recibirían el nombre de "comuneras" y ya en el siglo XIX con el liberalismo y el surgimiento de los nacionalismos, tanto en América como en España, "la referencia a los comuneros se convertirá en una bandera de la lucha liberal contra el absolutismo".

REVOLUCIÓN QUE GERMINÓ EN LAS AULAS

Para Castillo, al igual que para los estudiosos José Antonio Maravall y Joseph Pérez, la Guerra de las Comunidades de Castilla fue "una revolución, no una revuelta antiseñorial, y lo fue porque se pretendió no solo acabar con los abusos sino cambiar los usos", de modo que fue "una revolución de las clases medias", algo que no se volvería a ver en el Viejo Mundo hasta la Revolución Inglesa y la Francesa, siglos después.

Pero, ¿cómo nacieron estas ideas revolucionarias? Según Castillo, la escuela de Salamanca y maestros como Pedro de Osma, Fernando de Roa, Ramírez de Villaescusa o Francisco Díaz de Olmedilla jugaron un papel esencial ya que "no pocos comuneros, como los Maldonado, acudieron a sus clases".

En esa Universidad salmantina, explica Castillo, décadas antes del alzamiento comunero se enseñaba la primacía del bien común sobre el personal del monarca, el valor político del consentimiento en la gestión de las ciudades, la estabilidad de un gobierno asentado en las clases medias, la preferencia por los cargos temporales, la exigencia de responsabilidad a los gobernantes, el derecho a resistirse frente a la tiranía, etc.

De este modo, la derrota de las Comunidades supuso el fin de las tesis comuneras: de la autonomía de las ciudades, de que no se envíen corregidores cuando no se piden, de que no vendan los cargos del Regimiento por parte del monarca a las oligarquías, del control de los impuestos por parte de las ciudades, de la primacía de las Cortes. Ya que, "a partir de ese momento los monarcas castellanos gobernarán sin apenas convocar las Cortes".

"Sin embargo, las ideas nunca mueren del todo" y los 'Bravos, Padillas y Maldonados' perecieron en Villalar, pero los ideales comuneros fueron la base de los futuros levantamientos frente al absolutismo.

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