El PP de Castilla-La Mancha y su presidente, Paco Núñez, son como Astérix y Obélix respecto a la vacunación contra la COVID: el último resquicio que resiste a reconocer su éxito, que lucha implacable para no mostrar una sola foto de un vial acercándose al brazo de un miembro de la aldea popular y que no cede ante la evidencia de los datos: todo está mal, y punto.

Su objetivo no son los romanos, ni mucho menos el coronavirus -nunca lo fue-, su único interés es apoyarse en lo que sea y en quien sea (sueña con VOX) para derrocar a Page de la presidencia de Castilla-La Macha. Su frustración es que, en esta tierra, les hemos pillado la receta de la poción mágica que sus druidas le preparan desde tiempos de Cospedal y Nacho Villa: la mentira, el bulo y el insulto.

No era leal, ni digno para un aspirante a presidente, que en los primeros meses del año metiera ansiedad a la ciudadanía con el proceso de vacunación cuando, como se ha demostrado después, no dependía de la capacidad de inyectar dosis sino del volumen de vacunas que enviaban los laboratorios. Intentó enfrentar a la sociedad entre sí compitiendo a ver quién era merecedor de ponerse la vacuna antes que el resto.

Hizo una política cutre si fueran tiempos normales, pero cruel en época de pandemia. Si se empezó vacunando a sanitarios y residencias de ancianos, el PP regional decía que también tenía que vacunarse, al mismo tiempo a todos los demás, que si llegaban 10.000 vacunas y los colectivos que Núñez proponía superaban las 100.000 personas era un problema de Page, no del PP. Daba igual que la estrategia de vacunación fuera nacional y que, a grandes rasgos, el orden de prioridades fuera el mismo para Ayuso que para Vara, para Feijóo que para Page. Las razones no entran dentro de las coordenadas políticas de los herederos de Cospedal.

Los gobiernos sí tenían que priorizar entre la urgencia (por orden de vulnerabilidad) según llegaban los viales, Núñez el galo no: si no se vacunaba a los taxistas era porque Page no les quería vacunar. Cruel y cutre. Como cruel y cutre fue anunciarnos un plan alternativo de vacunación que nunca presentó (y eso que prometió registrarlo en el Parlamento regional) ¿cómo registrar sin mofa que Núñez iba a ser el único líder mundial en vacunar al 60% de la población antes de Semana Santa? Era la suma de todos los colectivos propuestos por Núñez en su propuesta de vacunación inmediata: una vez más, cruel y cutre.

Pero las vacunas empezaron a llegar a más ritmo. La acción conjunta de la Unión Europea para hacer cumplir las entregas comprometidas por los laboratorios estaba dando resultado. Se podía hablar de fechas aproximadas en las que se iniciaba la vacunación por edades e incluso de porcentajes de vacunación. Todos ellos fueron puestos en duda, despectivamente, por el presidente del Partido Popular en Castilla-La Mancha. Ni un día de aliento, ni un minuto de apoyo, ni una causa en la que ayudaran…

Todos los dirigentes del Partido Popular llegaron a afirmar que, en Castilla-La Mancha, se tardaría cuatro o cinco años en llegar al 70% de la población mayor de 12 años con las dos dosis puestas. De hecho, cuando Page se comprometió a que llegaríamos a esa cifra a finales del verano, Paco Núñez le tildó de mentiroso en un medio de comunicación: “Hay más promesas que vacunas” afirmó; “si así fuera, sería el primero en felicitarle a él y a los sanitarios”, llegó a retar al periodista. Claro, sería el primero en echarle la culpa si no se hubiera conseguido, en eso no hay duda.

Pero se consiguió, y un mes antes de lo comprometido. ¿Cuál fue la reacción de la aldea gala del PP de Castilla-La Mancha? ¿Alegrarse? ¿Felicitar a los sanitarios por la labor, a las personas por su compromiso, al gobierno por su organización? No, una vez más, negar las estadísticas oficiales o, peor aún, negar la realidad: hoy cualquier vecino de Castilla-La Mancha conoce a ocho personas vacunadas, por cada persona sin vacunar.

Pero Núñez el galo es irreductible en su pasión por el desprestigio. Él dijo que Castilla-La Mancha tardaría cinco años en vacunar y, sea como sea, él hará cumplir su palabra. Si desde el inicio de la vacunación todos los organismos europeos cuentan sólo a los mayores de 12 años en los porcentajes de inmunidad de grupo, él cambia las reglas estadísticas sólo en Castilla-La Mancha para incluir hasta a los recién nacidos en los datos, todo para bajar el porcentaje, todo para aumentar el desprestigio, todo para estirar la ansiedad y el dolor.

¿Qué pensarán en el PP de Núñez cuando escuchen a Ayuso decir que no cree que haya que vacunar a los menores de 12 años y que su objetivo es vacunar al 90% de la población mayor de esa edad antes del otoño? ¿También cambiarán a Madrid sus estadísticas o seguirán trabajando para que la gente piense que el coronavirus sólo existía en Castilla-La Mancha?

¡Qué tristeza es ver que la esperanza de un partido, su mejor aliado, es el sufrimiento que tengamos todos los demás! Un alto dirigente del PP me dijo hace tiempo “La COVID acabará con Page” puede que lo tuvieran tan interiorizado que es lo que explica que en vez de ayudar a la ciudadanía a vencer al virus se han obsesionado con que el virus derroque a los gobiernos, sufran lo que sufran los ciudadanos.

Pero se les olvida que nadie que se apoye en la guerra podrá liderar un país en tiempos de paz. Por mucha poción mágica que tengan, la verdad se impone sobre el bulo, la realidad siempre vence a la mentira.