Opinión

¿Vivimos realmente en democracia?

Artículo de opinión de Julio Casas Delgado, miembro del Partido Comunista de España en la provincia de Ciudad Real.
Los grandes damnificados de la crisis de la covid son las familias más desfavorecidas.
photo_camera Los grandes damnificados de la crisis de la covid son las familias más desfavorecidas.

La meritocracia es una de las grandes falacias con las que el capitalismo se emplea para mantener su dominio en el mundo. Inmersos en esta maniobra artera y deleznable, el capitalismo y los secuaces que lo sustentan, mantienen que, con el actual sistema, cada uno tiene lo que se merece. Unos, muy trabajadores y muy capaces ganan mucho y amasan grandes fortunas, mientras los que no se esfuerzan o no tienen acierto en su vida, se quedan en la pobreza.

Así es que, siguiendo ese hilo argumental, si en la vida nos va mal la culpa es nuestra; el sistema económico que impera en la sociedad no tiene nada que ver. Algo así sucede en el campo político y he aquí, el meollo que nos sitúa en el cuento de la democracia neoliberal. Si en un país las cosas van mal, la culpa es del gobierno que hemos elegido los ciudadanos, en tanto que el poder económico quedará exonerado de todo atisbo de responsabilidad.

Lo malo de todo esto, es que la mayor parte de la izquierda, a excepción de contadas salvedades procedentes del movimiento comunista, ha comprado el speech neoliberal y llama democracia a todo aquello que nos permita elegir a los capataces de lo que, por inercia, terminamos por aceptar como gobierno. Eso sí, los verdaderos 'dueños de la finca', es decir, los gurús de los poderes económicos y financieros, los que realmente influyen en la toma de decisiones que nos afectan, resultan ser intocables; a ellos, ni nombrarlos siquiera.

Esto que siempre lo hemos podido ver si vamos por la vida con los ojos y el cerebro mínimamente abiertos, ha vuelto a quedar patente con las consecuencias de la crisis sanitaria del coronavirus. En España, donde hemos elegido un gobierno más o menos de izquierdas y de carácter medidamente progresista que, a nuestro entender, pretende sinceramente mejorar las condiciones de vida de los sectores menos favorecidos de la sociedad, se han promulgado de leyes (que están en la mente de todos) que sin embargo, han obtenido resultados bastante alejados de los que, en principio, se perseguían.

Según el informe de Cáritas y la Fundación FOESSA sobre Evolución de la Cohesión Social, lo que vemos es "la profundización de la brecha de desigualdad en nuestra sociedad, en la que los grandes damnificados por la covid-19 son precisamente las personas y familias más frágiles y desfavorecidas a los que, de momento, no han llegado las respuestas públicas del denominado escudo social". Esto ha llevado a que la diferencia entre la población con más y menos ingresos haya aumentado más de un 25% -cifra superior al incremento registrado durante la crisis de 2008-.

Y aunque el mismo informe reconoce que, frente a esta situación, el esfuerzo de respuesta desde las políticas públicas ha sido notablemente mayor que en la crisis anterior, la realidad es que no ha podido frenar el deterioro económico de los sectores más depauperados y desfavorecidos de la sociedad.

Los datos que presenta Cáritas se centran en exponer el deterioro sufrido por las clases populares, pero no profundiza sin embargo, en la repercusión de la crisis entre los privilegiados de la sociedad.

Sí lo hace así el informe presentado, a nivel mundial, por la ONG Oxfam. Según este memorando, los diez hombres más ricos del mundo habrían duplicado su fortuna, mientras que los ingresos del 99 por ciento de la población mundial se habrían deteriorado a causa de las condiciones generadas por la emergencia de la covid-19.

Tales aseveraciones, no solo se asientan en los datos ofrecidos por Oxfam; instituciones como el FMI, el Banco Mundial, Crédit Suisse y el Foro Económico Mundial, han estimado que la pandemia ha provocado un aumento de las desigualdades en todos los países del sistema-mundo. En cambio, la mayoría de los países, sobre todo aquellos que acumulan mayores niveles de riqueza, presumen a su vez de ser los más democráticos.

Sin embargo, ¿se ha consultado si su población está de acuerdo con esta brutal tasa de desigualdad que, además, sigue en continuos niveles de crecimiento?, o ¿es que eso está por encima del concepto democracia?

Es obvio que, si queremos cambiar esta situación, lo primero que tenemos que hacer es reconocer claramente las enormes limitaciones de nuestras democracias y por ende, señalar con rotundidad al poder económico que, a modo de 'Gran Hermano', está por encima de ellas. Solo desde la asunción de esta realidad podremos avanzar hacia un mundo más justo.

El escritor George Orwell dijo una vez: "En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario". Estamos en una época de engaño universal, de manipulación de las mentes, de posverdades o de mentiras cada vez más evidentes. Decir la verdad es más necesario que nunca. Solo sobre la verdad construiremos una auténtica democracia participativa y participada desde la mayoría social y la unidad popular que como sociedad merecemos.

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