Escribo este artículo pensando si de verdad hace falta explicar por qué mañana miércoles estaremos ante las sedes de las organizaciones empresariales de esta región -y de todo el país- manifestándonos y reclamando corresponsabilidad. ¿Es preciso poner negro sobre blanco que con los mismos salarios de hace un año (o de hace años) es imposible hacer frente a los precios disparados de muchos productos y servicios esenciales para cualquier familia?

¿Necesitamos hacer una nueva relación de las muchas estadísticas y datos objetivos que acreditan que subir sueldos no es una medida radical, ni negativa, sino todo lo contrario? ¿De verdad después del camino compartido con los empresarios y administraciones para hacer frente a la crisis pandémica ahora los sindicatos nos vamos a quedar solos pidiendo una recuperación justa y la redistribución de rentas?

Quiero pensar que no, y que nuestro mensaje esta semana -y todos estos meses- haga reflexionar a alguien de quién tiene el poder de sentarse en una mesa y acordar las condiciones salariales y laborales de la gente trabajadora. Porque la inflación desbocada en Europa -que empezó mucho antes de la invasión de Ucrania- nos ha cogido con salarios especialmente bajos en países como el nuestro, y sobre todo en territorios como Castilla-La Mancha, donde casi la mitad de su población (el 44,6 %) tiene dificultades para llegar a fin de mes, y donde sufrimos la inflación más alta de España.

Es un déficit a corregir, llevamos muchos años diciéndolo y lo hemos planteado además en cada mesa de negociación sectorial en la que Comisiones Obreras ha compartido con las patronales de cada provincia. Que nadie olvide que, en la salida de la pandemia, este sindicato aceptó fórmulas de contención salarial para propiciar la recuperación económica.

Es tiempo ahora de que las patronales asuman su responsabilidad y devuelvan el gesto: o los sueldos crecen y es posible afrontar el alto coste de la energía y los alimentos, o muchas familias pagarán los platos rotos. Por el camino, acudiremos a las movilizaciones y el conflicto laboral y social, baste como ejemplo el caso de Aernnova Composites Illescas, con paros parciales todo este mes ante la negativa de la empresa a aplicar una subida salarial suficiente y justa.

La cuestión salarial no puede dejarse de lado. Igual que hemos mantenido que las medidas adoptadas por el Gobierno para frenar el alza de precios son positivas pero no serán suficientes, igual que exigimos al Ejecutivo actuaciones con las que gravar fiscalmente los exagerados beneficios de las grandes empresas energéticas, no hay alternativa a un incremento de los sueldos que permita a las familias trabajadoras afrontar esta situación excepcional que puede alargarse en el tiempo, y es en la negociación colectiva donde las organizaciones empresariales han de levantar los bloqueos.

No es de recibo que alguien quiera pedir más sacrificios a la gente trabajadora: poco pueden apretarse el cinturón hogares de esta región donde, ya antes de esta inflación, el 65 % de los gastos de una familia se tenían que dedicar a vivienda, alimentos y transporte.

Así de cruda es la realidad, y las organizaciones empresariales deberían empezar a entenderla. Hace daño a la vista leer titulares donde portavoces de esas patronales dicen que utilizar contratos indefinidos hace menos competitivas a las empresas, o que subir salarios es un medida "simplista y demagógica". Es la hora de la responsabilidad. Salario o conflicto, decimos. Porque de simpleza y demagogia, es cierto, ya hemos tenido bastante.