Un paseo por la icónica postal que dibujan los gigantes de don Quijote en tierras de La Mancha

Varias localidades de la tierra en la que Cervantes situó las andanzas del hidalgo más famoso y su fiel escudero conservan molinos de viento, algunos de los cuales se pueden visitar.
Campo de Criptana llegó a tener 34 molinos de los que se conservan una docena. - TURISMO CR
photo_camera Campo de Criptana llegó a tener 34 molinos de los que se conservan una docena. - TURISMO CR

TOLEDO.- La silueta de las aspas de los molinos de viento que conserva La Mancha configura uno de los paisajes más reconocibles de esta región y atrae el interés de numerosos visitantes que aprovechan un viaje de fin de semana o su paso por el interior de la Península para parar y acercarse a lo que don Quijote confundió con gigantes a los que presentar batalla.

Los molinos son grandes construcciones que, en tiempos de antaño, aprovechaban la fuerza del viento para activar su maquinaria y moler enormes cantidades de grano que servían de alimento para paliar el hambre de la población.

Están ubicados en cerros y altozanos de la zona de La Mancha, donde fueron levantados centenares de ellos, algunos de los cuales cayeron en desuso, mientras que otros quedaron como recuerdo y se les ha dado un uso, en su mayor parte, de carácter cultural.

La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha se ha propuesto ensalzar aún más su contribución al turismo de esta región y, para ello, emprendió un proyecto de iluminación artística que hace de las noches un momento privilegiado para admirar estos paisajes.

Consuegra, en la provincia de Toledo, es sin duda uno de los mayores exponentes de estas construcciones con 12 molinos de viento -eran 13 originariamente- que, con nombre propio cada uno, coronan el cerro Calderico y conforman uno de los conjuntos molineros más grandes y mejor conservados de España.

La antigüedad de estos molinos se remonta, en algunos casos, al siglo XVI y como curiosidad, el que lleva por nombre Sancho es de los más antiguos de La Mancha y de todo el país y aún trabaja de forma tradicional, además de que fue el primero en restaurarse y todavía conserva piezas originales y el primero también en ser declarado Bien de Interés Cultural (BIC).

Después de Consuegra, Campo de Criptana, en la provincia de Ciudad Real, invita a viajar al capítulo octavo de El Quijote porque es allí donde se ubica la confusión del hidalgo con los gigantes contra los que quería luchar.

También declarado BIC, este conjunto de molino tipo torre está construido en mampostería y blanqueado con cal y cada uno de ellos cuenta con tres plantas, la superior con las piedras de moler y las inferiores donde estaban el almacén y la zona de embalaje.

Los más antiguos, del siglo XVI, reciben los nombres de Sardinero, Burleta e Infante -estos dos últimos son visitables-, mientras que del 1900 datan Inca, Garcilaso, Cariari, Vicente Huidobro, Pilón, Lagarto, Poyatos -sede de la oficina de turismo- y Culebro, y este último también se puede visitar porque además alberga el Museo de Sara Montiel que recoge una exposición-homenaje a la actriz y cantante y todos sus éxitos, recuerdos, fotografías, vestidos y diversas reliquias.

Cambiando de provincia, en este caso en la de Cuenca, en Mota del Cuervo se conservan siete molinos de viento en un conjunto que recibió en 1967 la denominación de 'Balcón de La Mancha', aunque solo tres de ellos se pueden visitar, El Gigante que es también oficina de información turística, El Goethe que acoge un pequeño alfar y El Piqueras con un museo manchego.

Estas construcciones son de forma cilíndrica y se distribuyen en tres plantas, la cuadra o planta baja con la escalera de caracol que da acceso a la camareta o primera planta y la planta superior donde se encontraba la maquinaria y los ventanillos por donde penetraba el viento.

Estas tres localidades castellanomanchegas son parada obligada en la ruta por los molinos, si bien hay otros municipios que también cuentan con sus particulares 'gigantes' como Herencia, en Ciudad Real, donde se ubican siete construcciones con nombres como El Ama, La Sobrina, Dulcinea, Maritornes, La Dueña Dolorida, La Duquesa y Teresa Panza, de los que los cuatro últimos han sido restaurados.

También contribuyen a este paisaje manchego los molinos de Alcázar de San Juan, también en la provincia ciudadrealeña y, en concreto, en el cerro de San Antón, donde se alzan Rocinante, Fierabrás, Dulcinea y Barcelona, los cuatro que se conservan de los 19 molinos de viento que llegó a tener esta localidad, de los que uno alberga el Centro de Interpretación del Paisaje Manchego y otro una reconstrucción de la maquinaria original del siglo XVI que aún realiza moliendas tradicionales.

Se suman a estos municipios El Romeral (Toledo), con cuatro molinos entre los que Pechuga es el único que conserva su maquinaria; Puerto Lápice (Ciudad Real), cuyos molinos se ubican en el punto más alto; Belmonte (Cuenca), en cuyo altozano habitan tres molinos de los que solo se puede acceder a uno; y Madridejos (Toledo), con su famoso molino de viento del Tío Genaro, con unos 400 años de historia en los que ha mantenido intacta su maquinaria y se ha convertido en un museo de la molinería.

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