Encuentros y desencuentros entre PSOE y Podemos en Castilla-La Mancha, ocho años desde su primer pacto para formar gobierno

REPORTAJE | Tras una legislatura marcada por los recortes de Cospedal, se buscaron puntos en común para evitar un segundo mandato del PP. De cara al 28M, unos aspiran a seguir gobernando con mayoría y otros a volver a entrar en el Ejecutivo.
Imagen de 2015 entre el secretario general del PSOE de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y el entoncer líder regional de Podemos, José García Molina, instantes después de sellar el pacto de investidura. - EFE
photo_camera Imagen de 2015 entre el secretario general del PSOE de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y el entoncer líder regional de Podemos, José García Molina, instantes después de sellar el pacto de investidura. - EFE

TOLEDO.- Apenas una semana y se cumplirán ocho años de las elecciones autonómicas en las que por primera vez un acuerdo de investidura tendría que facilitar la formación de gobierno, convirtiéndose después en el primero de coalición del país entre el PSOE y Podemos.

Un punto al que se llegaba después de una legislatura marcada por los recortes en los servicios públicos, los despidos y medidas articuladas con una pretendida austeridad como excusa, lo que hizo que las discrepancias y las diferencias entre ambas formaciones se matizaran, buscando el acuerdo para evitar una nueva legislatura de gobierno del PP y María Dolores de Cospedal.

Un pacto al que se ponía letra el 15 de junio de 2015, contemplando trece medidas en torno a la reforma de las instituciones y del Estatuto de Autonomía, junto a otras relativas a transparencia y medidas de rescate ciudadano; y se firmaría ante notario dos semanas después, justo un día antes del inicio del debate de investidura que devolvería al Partido Socialista el Gobierno de Castilla-La Mancha tras el breve, pero intenso, paso de los populares.

Acuerdo que facilitaba así la investidura de García-Page como presidente del Ejecutivo autonómico, se planteaba con vocación de "permanencia" y aspiraba a ser el punto de partida de un compromiso con una nueva forma de entender la política. Todo ello con la vista puesta en atender la crítica situación en la que los recortes de la anterior etapa habían dejado a miles de castellanomanchegos, para lo cual se hacía necesario impedir un nuevo gobierno del PP, al que la minoría con la que había ganado las elecciones fue insuficiente para mantenerse en el Palacio de Fuensalida.

Premisas con las que el socialista Emiliano García-Page y el entonces líder de la formación morada, José García Molina, rubricaban su alianza, en la que "los partidos, los colores y los nombres propios" debían dejar paso "al diálogo".

Y aunque en un primer momento el pacto de investidura no contemplaba la entrada en el Ejecutivo de miembros de la formación morada, no llegaron a cumplirse los dos años cuando Podemos, en una maniobra inesperada para los socialistas, votaba junto al PP en contra de los presupuestos de 2017 y ponía la primera piedra para ello.

Se escenificaba así la ruptura del acuerdo de investidura, a la que habían precedido meses de cruce de declaraciones y amenazas que condujeron a darlo por muerto.

De este modo se forzaba la puesta en marcha de una nueva negociación que conduciría, ya en verano, a la entrada de la formación morada en el Ejecutivo regional, con una vicepresidencia y una consejería a su cargo.

Se desatascaba así el camino hacia la aprobación de las cuentas regionales, que acabarían recibiendo luz verde en el Parlamento autonómico el 31 de agosto, después de que PSOE y Podemos -ya reencontrados- se unieran para frenar las más trescientas enmiendas con las que el PP respondía a las veinticuatro acordadas por los nuevos socios de gobierno.

Una irrupción inédita en el Gobierno de Castilla-La Mancha, que se convirtió así en el primero del país en contar entre sus miembros con representantes de Podemos, entre los cuales se encontraba como director general de Participación Ciudadana, José Luis García Gascón, quien el próximo 28M, en este caso como candidato de la confluencia Unidas Podemos, aspira a convertirse en elemento clave para un futuro gobierno de izquierdas en la región.

Entrada en el Ejecutivo que sirvió para acrecentar aún más las discrepancias existentes dentro del propio grupo parlamentario, trasladadas también al partido en ocasiones, y que terminaba con toda expectativa en mayo de 2019, cuando en las elecciones autonómicas se cobró la factura. Podemos pasaba de tercera a quinta fuerza política en la región, adelantada por Ciudadanos, que obtenía cuatro escaños, y Vox, que aun quedándose fuera del arco parlamentario superaba en más de un millar los votos de la formación morada.

Y mientras esto ocurría, el PSOE volvía a cosechar una mayoría absoluta en Castilla-La Mancha, consiguiendo con el 44,1 por ciento de los votos un total de 19 escaños. Un resultado que daba estabilidad y a la vez capacidad de maniobra en la búsqueda de consensos.

Mayoría absoluta que García-Page y el Partido Socialista confían en revalidar en las urnas el próximo 28 de mayo, para de este modo no tener que depender de nadie y culminar la recuperación de los recortes de la época de Cospedal aún pendientes de revertir, al tiempo que seguir avanzando.

Por su parte desde Unidas Podemos, la última encuesta del CIS ha encendido una luz de esperanza en sus expectativas, puesto que si bien hasta ahora todos los sondeos volvían a situar a la coalición fuera de las Cortes de Castilla-La Mancha, la de Tezanos les da incluso hasta dos escaños.

Mientras, y a la espera de que se los castellanomanchegos votan y decidan qué gobierno quieren para Castilla-La Mancha durante los próximos cuatro años, cada uno a su campaña: unos pidiendo el voto útil que permita tener otra legislatura de mayoría estable y otros subrayando el papel que tendrían si volviera a presentarse la ocasión de entrar en el Ejecutivo.

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