Cinco escenarios de película para perderse este verano por tierras castellanomanchegas

La plaza Mayor de Molinicos, en la que se ubica su Ayuntamiento, fue uno de los escenarios de 'Amanece que no es poco'.
Una propuesta de cine para recorrer Castilla-La Mancha siguiendo las huellas del séptimo arte.

TOLEDO.- Castilla-La Mancha es tierra de cine, cuna de grandes directores y actores, pero también protagonista de la gran pantalla con sus paisajes y entornos naturales. Auténticos escenarios de película a través de los que descubrir rincones espectaculares o reencontrarse con lugares ya conocidos.

Largometrajes que dejaron huella allí donde se rodaron, otros que pasaron de puntillas por tierras castellanomanchegas o aquellos otros en los que se simuló ser lo que no era. Producciones nacionales e internacionales que bien pueden servir para recorrer la región.

Amanece que no es poco (José Luis Cuerda, 1989) es una de esas películas de culto que han dejado huella en el territorio. Las localidades albaceteñas de Molinicos, Aýna y Liétor fueron el esenario de esta obra coral, de guion surrealista y humor delirante en el que la Sierra del Segura se convertía también en protagonista.

Un papel que adquiere desde el primer momento, cuando Jimmy (Interpretado por Luis Ciges) y Teodoro (Antonio Resines), a bordo de la moto-sidecar, llegan a las puertas del pueblo y encuentran las calles desiertas.

"¡Aquí no hay ni Dios!", dice el padre enfadado; a lo que responde Teodoro: "O a lo mejor es que todos son unos hijos de puta... Puede que sean unos hijos de puta que se hacen pasar por fantasmas". Nada más lejos de la realidad, estaban "todos en misa", como les confirma en una escena posterior Ngé Ndomo (Samuel Claxton), porque "aquí se va a misa todos los días, no hace falta que sea domingo", apostilla.

Una icónica escena que quien visita la zona puede emular a la entrada del casco urbano de Aýna, en el bautizado como Mirador del Sidecar, de La Rodea Grande.

Localidades de la Sierra del Segura cuyas callejuelas, vecinos (muchos de los cuales participaron como extras en el rodaje) y formas de vida quedaron retratados en este largometraje.

Escenarios de película en la Suiza manchega, por cuyo patrimonio natural y cultural bien merece la pena detenerse y dejar atrapar.

Registro bien distinto es el de otra película estrenada ese mismo año y rodada también en un espectacular escenario natural castellanomanchego, el Parque Natural del Alto Tajo. El río que nos lleva (Antonio del Real, 1989), basada en la novela homónima de José Luis Sampedro, narra la aventura de la última maderada del Tajo, el último envío de troncos desde Peralejos de las Truchas hasta Aranjuez que tenía lugar a mediados de los años cuarenta.

Una historia protagonizada por Roy Shannon (al que da vida Tony Peck), un irlandés que tras los desastres de la Segunda Guerra Mundial llega a España en busca de sus orígenes; Paula (Eulalia Ramón) y El Americano (Alfredo Landa), quien se encuentra al frente de los gancheros.

Un entorno, tradiciones y sus gentes que acaban convenciendo al irlandés: "La permanente magia de estas tierras nos obligaba a veces a separarnos. Aquella forma de navegar que para los gancheros era pura rutina, me hacía sentir inmensamente feliz".

"Había llegado como un foráneo y ahora me sentía parte de aquel mundo, de aquellos hombres, los gancheros, que me habían enseñado el sentido de la dignidad y la solidaridad humana".

Un enclave, el del Alto Tajo, al que Sampedro se refería no como una suave corriente entre colinas, "sino un río bravo que se ha labrado a la fuerza un desfiladero en la roca viva de la alta meseta. Y todavía corroe infatigable la dura peña, saltando en cascada de un escalón a otro, como los que han dado nombre a aquella hoz".

Rincones de aguas cristalinas, de una belleza inigualable, entonces escenario de película y hoy convertidos en un atractivo para los amantes de la naturaleza en estado puro.

Entornos naturales castellanomanchegos que también han sido escenario de grandes producciones internacionales. Uno de ellos lo encontramos en los Callejones de Las Majadas, en la provincia de Cuenca.

Sus formaciones kársticas, fruto de la erosión de las rocas calizas cretácicas, formando arcos, monolitos o pasajes, se convirtieron en refugio de James Bond (Pierce Brosnan) en El mundo nunca es suficiente (Michael Apted, 1999).

Un paraje del Parque Natural de la Serranía de Cuenca que para la gran pantalla se transformó en una montaña del Cáucaso, en la que se trabajaba para la construcción de un oleoducto, donde el Agente 007 irrumpía conduciendo su BMW. Allí se encuentra con Elektra King (Sophie Marceau), quien acaba de apaciguar una revuelta aldeana al impedir que el oleoducto que construye su empresa no destruya un templo horadado en la roca.

Por su parte los encinares de la localidad toledana de Los Navalucillos, se convertían en la selva boliviana en la que Ernesto 'Che' Guevara moría fusilado tras su detención en una emboscada orquestada por la CIA. Escenas de Guerrilla (Steven Soderbergh, 2008), en la que el puertorriqueño Benicio del Toro interpreta al revolucionario cubano.

Otro escenario de película en el que la belleza del espectacular paraje del Chorro, enclavado en el Parque Nacional de Cabañeros, se presentaba antes los espectadores como la sierra próxima a Vallegrande, donde acabó el sueño del 'Che'.

Un paraje en el que sorprende al visitante una cascada de 18 metros de caída, un rincón mágico 'descubierto' también para la gran pantalla.

También ha sido escenario de rodajes otro paraje natural de gran valor en Castilla-La Mancha, como son las Lagunas de Ruidera.

Un parque natural, a caballo entre las provincias de Ciudad Real y Albacete, en el que se rodó alguna escena de Miguel y William (Inés París, 2007) en la que Elena Anaya, Juan Luis Galiardo y Will Kemp, daban vida a Leonor de Vibero, Miguel de Cervantes y William Shakespeare.

Cinco propuestas para recorrer una región de película y dejarse perder en los escenarios que dieron el salto a la gran pantalla.