Opinión

La discapacidad como empoderamiento

Dentro de mi perspectiva de discapacitado, veo que la sociedad nos trata como “el otro”, el elemento a colonizar, darnos la palmadita y alegrarse porque sonreímos, ya que para la sociedad es una condena estar discapacitado, y que sonriamos en su modo de hacerles sentir menos culpable del papel al que nos relegan. Como las políticas de “integración social”, que actualmente se practican  por burócratas y que en ningún caso cuentan con la ayuda de personas con discapacidad. Pro vida hasta que crecen se suele decir, porque no hay vida sin dignidad y eso es lo que intentan arrebatar a diario cuando dejan a dependientes sin cuidados, a enfermos sin medicina o a hospitales y centros de salud sin un material cualificado para que los enfermos puedan tener una mayor calidad de vida.

Y es que podemos ver que las políticas de austeridad llevadas en el estado español y en nuestra región, siempre afectan más a colectivos como mujeres o discapacitados, por eso luchar por empoderar a estos colectivos en nuestro deber  si realmente queremos que la palabra democracia cobre sentido, porque la palabra democracia no es excluyente, porque la palabra democracia significa empoderar al pueblo, que sus gobernantes no sean otra cosa que la voz del pueblo y no voceros de los ricos que llevan la miseria a millones de hogares y nos venden datos de recuperación económica de grandes empresas a las que ellos benefician, como si fuera un motivo del que alegrarnos, los que día a día sufrimos sus clasistas políticas.

Pues actualmente somos “el otro”, pero no el otro como lo presentaba Gilo Pontecorvo en su célebre película “La batalla de Argel”, si no el otro como fuera presentado por Copola en “Apocalipsis now”, es decir, otro sin dignidad, que para nada suma en la sociedad, sino más bien es objeto de una terrible compasión por los mismos que nos relegan a sufrirla, los mismos que se ponen mantilla en campaña electoral, hablan de caridad y dejan a niños sin ayudas a la dependencia, o medicinas y familias rotas.

Pero con este artículo/reflexión, aparte de denunciar como se ningunea al colectivo discapacitado desde las instituciones y la sociedad, quiero dejar la esperanza a este colectivo del cual formo parte, porque las desigualdades para el oprimido son el motor que le debe hacer avanzar y empoderarse, no preguntarse “Cómo estamos”, sino... Qué hacemos.

¿Qué hacer? Para mí lo fundamental es quitarse el estigma que nos inculcan de la compasión, no aceptar la compasión, la compasión arrasa con la dignidad, para ser digno hay que ser combativo, salir del rol de victimismo y trabajar por la igualdad, desde el más mínimo gesto diario a la más compleja acción, porque ningún burócrata pendiente de Berlín va a venir a empoderarnos, tenemos que tomar las riendas de la partida y no ver nuestra situación con lástima sino como una oportunidad de poner perspectiva a las cosas, de ver que la desigualdad al discapacitado es otra de las múltiples formas de opresión que existe, de darnos cuenta que igualdad no es que nos traten con condescendencia, si no tratarnos a nosotros mismos como nos merecemos y salir adelante, y para eso aparte del optimismo gramsciano de la voluntad, hace falta poder político, participación ante el nuevo marco que se nos abre y no vernos a nosotros mismos con un papel secundario.

Empecemos a empoderarnos políticamente, porque solo de esa manera la discapacidad será normalidad, en el momento que nosotros definamos como queremos ser y no sean ellos los que nos marquen como ser y nos repartan las migajas en forma de lástima. 

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