¿Y si Guadalajara hubiese sido autonomía? 40 años de la crisis territorial castellanomanchega

  • El 28, 29 y 30 de noviembre de 1979 la mayoría de ayuntamientos de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo votaron a favor de unir las cuatro provincias en una sola comunidad, pero en Guadalajara solo un municipio se mostró favorable.
  • Con motivo del aniversario de este conflicto político, en PeriódicoCLM rescatamos aquellos momentos de tensión que acabaron retrasando la creación de Castilla-La Mancha, los actores y factores que influyeron, y cómo se produjo la integración.

GUADALAJARA.- El existente debate que se ha instalado en España durante los últimos años sobre la configuración territorial del país es innegable. Cuestiones acerca de la plurinacionalidad, la identidad de los pueblos, crecimiento del regionalismo, además de otras cuestiones sobre el reparto de la riqueza, la incomunicación por carretera y tren de varios territorios, reparto del agua o la viabilidad de las autonomías frente a ideas centralistas o federalistas, hacen incuestionable que el país se ha sumergido en uno de los debates más profundos, desde la llegada de la democracia, de qué es España y qué no.

Sin embargo, poca gente es consciente de la importancia que tuvo la construcción del Estado de las Autonomías, uno de los eventos que generó más debates, movilización popular y contacto entre los diferentes pueblos del país.

Un proceso que se prolongó entre el 29 de diciembre de 1978, tras la promulgación de la Constitución Española de 1978 (votada el 6 de diciembre de ese mismo año) hasta su final el 13 de marzo de 1995 con la publicación de los Estatutos de Autonomía de Ceuta y Melilla.

Esta fase no fue nada fácil, y más que unir a pueblos, estuvo a punto de crear una perspectiva muy diferente en la configuración de las autonomías respecto a la que tenemos hoy en día. Ese fue el caso del debate que se vivió en Guadalajara.

NEGOCIACIONES PREVIAS

Antonio Fernández Galiano, primer presidente del Ente Autonómico de Castilla-La Mancha

Para la formación del Ente Preautonómico de Castilla-La Mancha hubo debates de corte castellano en el que se impulsaba la idea que Castilla La Nueva, junto con Albacete, formase la denominada Castilla Sur. No obstante, la férrea oposición de Antonio Fernández Galiano (UCD) alertaba del peligro que Madrid absorbiese toda la economía y la política del resto de provincias en la capital española, lo que implicaría que la cultura y la sociedad manchega y castellana septentrional se diluyese bajo la mano madrileña, algo que ya se había visto durante décadas antes en Castilla La Nueva.

Las negociaciones por la unión con Madrid fueron desestimadas por la oposición de la mayoría de diputados de UCD del resto de provincias y del PSOE de Ciudad Real y Albacete.

Finalmente, el encuentro celebrado el 11 de diciembre de 1978 en la Iglesia de San Agustín de Almagro fue el acto donde se eligió a Antonio Fernández Galiano (UCD) como Primer Presidente del Ente Preautonómico de Castilla-La Mancha. Pero el principal obstáculo que habría para la configuración de la región, como la conocemos hoy en día, era la cuestión de Guadalajara.

MADRID O AUTONOMÍA, INDECISIÓN GUADALAJAREÑA

Manifestación en Cuéllar contra la autonomía provincial de Segovia en 1981

El caso de Segovia fue muy significativo para entender la postura de Guadalajara. Paralelamente en Castilla y León se vivía una situación similar, incluso bajo un debate mucho más profundo, ya que supuso el florecimiento de organizaciones castellanas, castellanoleonesas y un fuerte regionalismo leonés que también buscaba una autonomía propia.

La Diputación Provincial de Segovia, en un primer momento, se postulaba apoyando una posible unión con Madrid, pero votó a favor de la uniprovincialidad, tal y como había hecho La Rioja o Cantabria en el reparto de lo que anteriormente conocimos como Castilla La Vieja.

Esas negociaciones se fraguaban fundamentalmente en ayuntamientos y Diputación, pero poco se consideró la opinión del ciudadano de a pie, ni tampoco existió una movilización ciudadana a favor de la uniprovincialidad.

Tras varios meses de estancamiento y ver que Castilla y León empezaba a coger forma y Madrid pretendía ir por libre, Segovia y Guadalajara entendieron que la configuración de las autonomías se estaba haciendo mal, ya que varias provincias en España visualizaban su derecho a decidir y su destino en un intento por convertirse en identidades de poder como lo era País Vasco, Cataluña, Madrid, Murcia o Galicia, y ese era el gran error.

Antonio López Fernández, presidente de la Diputación de Guadalajara entre 1979 y 1982

La tardanza en la decisión de Segovia y el conflicto con León, fue el principal motivo por el que Castilla y León fue la última Comunidad Autónoma en aprobarse el Estatuto de Autonomía  el 25 de febrero de 1983 (solo por delante de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla).

Volviendo a la problemática de Guadalajara, gran parte de la ciudadanía de la provincia era reticente a la unión con el resto de territorios castellanomanchegos. Mientras tanto, la mayoría de políticos pertenecientes a los partidos políticos de PSOE, PCE y algunos de UCD  insistían en la entrada de Guadalajara en una nueva comunidad junto a Madrid, por lo que se posicionaron en contra de su unión con Castilla‑La Mancha.

Paralelamente, en las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo ‑el 28, 29 y 30 de noviembre de 1979‑ la mayoría de ayuntamientos ya se habían mostrado favorables a la unión de las cuatro provincias en una sola comunidad.

Condecoración a Antonio Alegre, alcalde de Pastrana desde 1979 a1987

Esos días solo se pronunció la Diputación Provincial de Guadalajara, monocolor de UCD y bajo la presidencia de Antonio López Fernández, que se mostró a favor, sin contar con los cinco diputados del Partido Judicial de Molina de Aragón que tras ausentarse pusieron sus cargos a disposición de su partido. Sólo uno de los 290 municipios de Guadalajara, Pastrana, votó a favor de Castilla‑La Mancha casi un mes después de iniciado el proceso preautonómico, bajo el mandato de Antonio Alegre.

Una crisis territorial que paralizó la creación de Castilla-La Mancha, pues en la institución provincial ‑ante la división dentro de UCD y el rechazo de la mayoría de localidades‑ se decidiría aplazar la decisión seis meses para tratar de convencer a los representantes contrarios a la integración de Guadalajara, que deberían decantarse entre la autonomía uniprovincial, la adhesión a Madrid o la integración en la futura administración castellanomanchega poniendo el acento en las peculiaridades de la provincia, que podrían contemplarse en el futuro estatuto.

LA TERCERA OPCIÓN: CASTILLA-LA MANCHA

Finalmente, en mayo de 1980 los representantes locales del PSOE guadalajareño se vieron entre la espada y la pared. Se trató con urgencia tras ver que sus opciones se evaporaban, sobre todo tras la reciente integración de la provincia de Segovia en Castilla y León en un problema similar y la dificultad que ya presentaba el estado avanzado del Estatuto de Madrid, donde el Estado prefería crear en Madrid una especie de Distrito federal.

Ante este panorama decidieron aprobar la integración de la provincia de Guadalajara en la nueva comunidad autónoma castellanomanchega, evitando así el aislamiento de Guadalajara que podría dejarla en desventaja con el resto de territorios, a pesar de estar junto a la capital española, lo que no quitaba que seguía siendo una provincia pobre y mayoritariamente rural.

Según nos cuenta Juan Manuel Fuentes Galán, en su artículo publicado en El País el 21 de diciembre de 1980. Dos partidos, Comunidad Castellana y el Partido Nacionalista de Castilla y León (PANCAL), integraron el bloque opositor a Castilla-La Mancha, aunque en base a diferentes planteamientos. El PANCAL, muy influenciado por el Reino de León y los partidos conservadores, había centrado su actividad política en la capital española intentando evitar una declaración favorable a la Comunidad autónoma de Madrid, que sería de carácter uniprovincial. La organización más activa fue Comunidad Castellana, que defendió una Castilla unida y separada del reino de León y de La Mancha. 

Sin embargo, para la integración de Guadalajara en Castilla-La Mancha reviste una gran importancia la decisión que adoptó el PSOE, hasta ese momento sin postura definida a nivel local, aunque totalmente a favor en el resto de las provincias. Teniendo en cuenta la población de la provincia, aproximadamente 130.000 habitantes, era necesario que el Ayuntamiento de la capital, con más de 50.000 habitantes, votase afirmativamente el proceso.

Será en el Pleno de la Junta de Comunidades, sesión celebrada en Guadalajara el 21 de noviembre de 1980, cuando se decida por unanimidad iniciar el proceso autonómico por la vía del artículo 143 de la Constitución. El 24 de noviembre de 1980 las cinco diputaciones provinciales adoptaron acuerdos favorables para iniciar el proceso autonómico y consultar a los ayuntamientos. De los 915 municipios con que contaba la comunidad, cerca del 85 % se mostró a favor de la misma en el plazo establecido.

El 3 de diciembre de 1981, una Asamblea mixta de parlamentarios y diputados provinciales, reunida en Alarcón (Cuenca), aprueba el Proyecto de Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha y su remisión al Congreso de los Diputados para su tramitación como Ley Orgánica. Dos meses más tarde, el 1 de febrero de 1982, sería nombrado como presidente del Ente Preautonómico Gonzalo Payo Subiza (UCD), quien gestionaría la última fase del proyecto autonómico.

Finalmente, el Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha fue promulgado el 10 de agosto de 1982. El 8 de mayo de 1983 serían las primeras elecciones a las Cortes de Castilla-La Mancha de las que resultó ganador el socialista José Bono, proclamado Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha el 6 de junio de 1983.

Gonzalo Payo Subiza, segundo presidente del Ente Preutonómico de Castilla-La Mancha y Primer Presidente de la Comunidad Autónoma hasta 1982

CONCEPTOS DIFERENTES: LA MANCHA Y CASTILLA

La mayoría de las veces, la gente suele confundir dos términos que presentan una notable diferencia, una es sentirse "manchego" y otra muy distinta es ser "castellano". Por esta misma razón, existe un guión corto (-) que marca la diferencia entre lo que es Castilla y lo que es La Mancha.

La Mancha supone una identidad cultural, social, y geográfica, que ya entre 1691 a 1833 fue una provincia oficial (territorio político-administrativo diferenciado de los demás, como si fuese una Comunidad Autónoma actual), además su territorio abarca la provincia de Ciudad Real, la mayor parte de Albacete, las zonas suroeste de Cuenca y la sureste de Toledo.

Sin embargo, la provincia de Guadalajara en su totalidad, las comarcas de La Serranía y La Alcarria de Cuenca, así como las comarcas de  la Mesa de Ocaña, La Jara, Montes, Torrijos, Sierra de San Vicente, Campana de Oropesa, Talavera y Toledo capital no forman parte de La Mancha, sino del territorio propiamente denominado castellano.

La Mancha, a su vez, se diferencia con el resto de zona castellana de nuestra región por una geografía mucho más llana, ciertos aspectos gastronómicos diferentes, la utilización de un castellano meridional con un léxico variado y acento diferenciado.

De aquí, extraemos que una persona nacida en Guadalajara, Toledo o Cuenca capital no se considera "manchega", sino "castellana" o políticamente como "castellanomanchega", mientras que una persona nacida en Ciudad Real, Puertollano, Albacete o Tomelloso ‑ciudades más pobladas de La Mancha‑ se consideran "manchegas" antes que decir que son castellanas.

Aún así, históricamente y geográficamente, La Mancha siempre ha sido una porción o territorio dentro de la concepción de Castilla, ya sea a lo largo de nuestra historia o en las nuevas corrientes políticas castellanas integradas por Castilla y León, La Rioja, Cantabria, Madrid y Castilla-La Mancha, ya que pese a sus diferencias tienen más aspectos similares que diferenciadores con respecto al resto de territorios de España.

DÉFICIT DE INTEGRACIÓN EN LA REGIÓN

Hoy en día Guadalajara carece de ciertas instituciones que sí se encuentran en el resto de las cuatro provincias, como la Universidad de Castilla‑La Mancha, sin campus en Guadalajara, que ha de ser sustituido por la Universidad de Alcalá de Henares debido a su proximidad y a través de financiación o contratos‑programa con el Gobierno castellanomanchego

Pese a ser una provincia dentro de Castilla-La Mancha no dispone de ninguna conexión ferroviaria con el resto de provincias, ni siquiera con su vecina Cuenca, ya que una conexión con la capital conquense permitiría su conexión también con Albacete y la línea Levante‑Extremadura. Actualmente para acceder a alguna capital del resto de provincias, los guadalajareños deben dirigirse a Madrid y desde ahí desplazarse.

Su economía depende más de Madrid que del resto de la comunidad y aunque existen lazos culturales compartidos entre Guadalajara y el resto de provincias, gran parte de esa unión es más político-administrativa por formar parte de Castilla‑La Mancha.

Comentarios