"Me dicen que mi madre está perfecta, pero llevaba muerta mucho tiempo": el estremecedor relato sobre una usuaria de Elder

EXCLUSIVA | La hija de una de las primeras fallecidas en la residencia de Tomelloso durante la primera oleada de la pandemia cuenta cómo desde el centro se engañó a las familias, "mentira tras mentira", en su caso incluso sobre cuándo muere su madre.

CIUDAD REAL.- "Mentira tras mentira, tras mentira", así es como se refieren las familias de algunos fallecidos a la gestión realizada durante la primera oleada de la pandemia en la residencia de mayores Elder de Tomelloso (Ciudad Real), de gestión privada, donde alrededor de 75 usuarios murieron por covid o con sospecha de ello.

Varias familias han compartido con PeriódicoCLM su testimonio sobre lo vivido en este centro, @@cuya actuación está siendo investigada por la Justicia, tras la demanda interpuesta por varios familiares contra el director de la residencia, José Manuel Sampedro, y considerarse que en los hechos denunciados presentan características que hacen presumir la posible existencia de un delito de homicidio por imprudencia y omisión del deber de socorro.

Historias dramáticas vividas en pleno inicio de la pandemia, que han llevado a estas familias a los tribunales para esclarecer lo sucedido.

Este es el caso de Ana, nombre ficticio con el que una de estos familiares quiere evitar que se la identifique. Cuenta cómo la familia decidió llevar a su madre a este centro debido a los cuidados especiales que necesitaba. "No la podíamos tener en casa y decidimos llevarla a esta residencia porque nos pareció que todo lo que ella necesitaba podía estar cubierto".

Y la pandemia empezó a extenderse. Enferma del corazón, era consciente de que si el virus llegaba a la residencia, su madre era un objetivo fácil. "Tuvimos miedo", confiesa Ana, quien cuando se enteró de que podía haber covid en el centro, supo que "si era cierto mi madre sería una de las primeras en morir", y así fue.

De hecho, continúa Ana, "ella muere prácticamente de las primeras", aunque "nunca, en ningún momento nos decían que allí había covid".

Y es que a pesar de que el virus ya corría por la residencia de mayores Elder, la información no llegaba a las familias. "Yo estaba tranquila porque hablaba con el personal de la residencia y nos tranquilizaban", relata Ana, "textualmente nos dijeron: covid cero".

Pero no solo no tenían información sobre lo que estaba sucediendo tras las puertas del centro, sino que tampoco se les daban detalles respecto al estado de salud o los cuidados que estaba recibiendo su madre esos días, tras el cierre de la residencia a las visitas.

Ajenos a la ausencia del director, que según se ha publicado abandonó el centro entre los días 10 y 16 de marzo, los familiares tampoco lo tenían fácil para obtener noticias a través del teléfono, único medio que se les había ofrecido para poder estar en contacto y saber de sus familiares.

"Nos llamaron a todas las familias y nos dijeron que iban a cerrar la residencia por precaución, no porque hubiera infección de virus", recuerda Ana. Entonces "nos dijeron que podíamos llamar tantas veces como quisiéramos al día", algo que creyeron, pero que "tampoco era cierto". "No nos cogían el teléfono" e incluso "había días en que no podíamos contactar con ellos, era imposible", "esa inquietud nos sobrepasaba".

Pero cuando alguien descolgaba el teléfono en la Elder tampoco era mucha la información que recibían. "Cuando conseguíamos hablar con ellos y su primera respuesta era: 'no tiene fiebre y no podemos hablar más que tenemos mucho trabajo'", y a pesar de la insistencia de la familia por tener algún dato más, no había más respuesta, "nos colgaban el teléfono".

Fueron días complicados. "Cuando cerró la residencia, yo, que iba mañana y tarde antes, lo pasé mal. No sabía nada de mi madre, no sabía lo que estaba ocurriendo allí. Estaba desesperada", llegando incluso a temer por su vida.

Desde la residencia en ningún momento se pusieron en contacto para informar sobre cómo estaba la madre de Ana. "Conseguí hablar con mi madre dos veces, hasta que falleció".

Emocionada y con los ojos llenos de lágrimas, Ana relata cómo el último día, cuando su madre falleció, consiguió hablar con una auxiliar de la residencia. 

"Pregunté por mi madre, me identifiqué y me dijo que, casualmente, acababa de verla"; le dijo que estaba "muy bien" y que "la acababa de cambiar". Incluso ella preguntó por una herida que tenía en el coxis, "era importante", recuerda, "y me dijo que la tenía bien, que estaba igual".

Palabras que confortaron a Ana, para quien si la herida no iba a peor era suficiente. "Esta tarde vuelvo a llamar a ver si consigo hablar con ella", le dijo a la auxiliar, quien contestó que "de acuerdo".

Eran las diez y media de la mañana, y como había venido haciendo desde que la residencia se cerró a las visitas, Ana trasladó esa conversación a sus hermanos. "Por no colapsar las líneas les pasaba el parte diario, porque imaginaba que al igual que yo todos los familiares querían hablar".

Les explicó así lo que esta auxiliar había comentado, que podían estar tranquilos, y que volvería a llamar al centro por la tarde, para ver si podía hablar con su madre. 

Pero "pasan tres cuartos de hora y me llama mi hermana llorando", relata Ana, quien en ningún momento pensó que podía tratarse de algo relacionado con su madre, puesto que acababan de confirmarle que "estaba perfecta".

"Escuché a mi hermana llorando, muy nerviosa, no podía hablar. Le dije tranquila, qué te pasa, y me dice que mamá ha fallecido". Lágrimas que hoy vuelven a Ana al recordar cómo le dijo a su hermana que era imposible, que cuarenta y cinco minutos antes le habían dicho que estaba bien.

LLEVABA MUERTA "MUCHO MÁS TIEMPO"

Pero Ana no se conformó con la noticia que le estaban dando. "Me fui a la Elder; entré por otra puerta, no por la principal porque sabía que no me iban a abrir", explica. "Llegué a la habitación de mi madre", relata.

"Cuando vi el cuerpo de mi madre no pude llegar a la cama, me caí al suelo al ver el aspecto que tenía. En mi cabeza no cabía que lo de mi madre era de tres cuartos de hora, era de más tiempo, mucho más tiempo", subraya.

Y es que según detalla Ana, su madre "aún tenía el oxígeno puesto, el aparato estaba encendido y tenía las gafas", sin embargo la sonda gástrica a través de la que se alimentaba "no la tenía".

Algo incomprensible para Ana, que se plantea en ese momento si realmente su madre había estado alimentada. "No lo entendía", pero que le hace pensar que la habían tenido "abandonada", que "por ahí no había pasado ni dios".

En este momento le viene a la mente algo que, en todas las revisiones anuales del marcapasos que llevaba su madre, le había dicho el cardiólogo: cuando falleciera tenían que desconectarlo.

Y así se dirigió al personal de la residencia, "pedí por favor que quería hablar con el médico, pero no estaba, no había médico". Rogó que lo desconectasen, pero le dijeron que no, que ya lo quitaría "el de la funeraria" cuando llegase.

Recuerda Ana, que se plantó ante los trabajadores del centro y les dijo que hasta que no se desconectara el marcapasos de allí no se movería. "No querían que supiera que allí no había médico, y como no me movía, una cogió el teléfono y llamó al centro médico, imagino, y se ve que le dijo que no pasaba nada por que a mi madre la enterraran con el marcapasos", y así se hizo.

Algo que Ana sigue sin entender, porque si un especialista como es el cardiólogo le había dicho siempre que había que desconectarlo, "por qué ahora no se desconecta".

"NO LA TOCARON, NO FUE NADIE"

Lo que sí se desconecta es el aparato de oxígeno, "cuando llega el de la funeraria", recuerda. "El muchacho lo desconecta, yo le quito las gafas y los pendientes", mientras le aseguran que la muerte de su madre se ha debido a una parada cardiorrespiratoria.

Junto a ella se encuentra una psicóloga, que es quien le propone amortajar a su madre, puesto que al haberse indicado la parada cardiorrespiratoria como la causa de la muerte pueden vestirla. "Yo no soy de Tomelloso, y no iba a volver en ese estado a mi pueblo a por ropa", así que se disponen a elegir con qué vestirla entre lo que tenía en el armario. 

"Cogimos la ropa, y mientras el de la funeraria pasa a enfermería a que le den el certificado de defunción", y allí, explica Ana, le debieron decir que no se había hecho la prueba de covid, por lo que al volver a la habitación le dijo "no se viste, no se toca, va directa a un sudario".

"Si es una parada cardiorrespiratoria, ¿por qué no nos deja vestirla?", cuando la propia psicóloga momentos antes lo había propuesto. 

"Hay algo que me baila, era un covid sospechoso", señala Ana, quien después ha sabido que el empleado de la funeraria "se contagió también y estuvo muy grave".

Sospechas a las que, según explica, también conducía el aspecto de su madre. "La vi como asfixiada; estaba vuelta, no la tocaron, no fue nadie", relata, "pero tampoco esperaban que yo fuera", como pudo ver en la expresión de los ojos de aquellas enfermeras cuando la vieron aparecer. 

"La dejaron allí muerta", sentencia. "Vi que no la habían atendido en sus últimos momentos".

SIN DUELO NI DESPEDIDA DIGNA

Rotos por el dolor y con inmensas dudas sobre cómo había sucedido, entierran a su madre. "En nuestra religión, como digo yo siempre, no cabe esto. Estamos habituados a que cuando un familiar muere, tener sus horas de duelo, que pase por la iglesia, que te puedas despedir dignamente de esa persona", y sin embargo, "en este caso fue de Elder al cementerio, directamente, sin nada".

"Mis hermanos y yo a metro y medio uno de otro, por seguridad, porque mi madre estaba infectada, digan lo que digan".

Y es que, según relata, el propio empleado de la funeraria que recogió a su madre le habría asegurado que había muerto de covid, asegura convencida de que al no haber realizado la prueba, "lo más fácil para ellos" era poner en el informe médico como causa de la muerte una parada cardiorrespiratoria.

Tuvieron que pasar varias semanas hasta que Ana reunió las fuerzas suficientes para poder volver a la residencia Elder a recoger los efectos personales de su madre. "Doné a la residencia toda la ropa, por si otra persona la podía utilizar, pero sí quería tener sus cosas más personales".

"Salieron a la calle a dármelo", recuerda Ana, quien apunta que entonces sí -ya había terminado el confinamiento-, enfermeras y auxiliares "llevaban EPIS, en ningún momento antes".

Una falta de material de protección que, según explica, también se puso de manifiesto el día que falleció su madre, cuando pidió unas mascarillas para que sus hijos pudieran ir al cementerio a enterrar a su abuela "y no me dieron porque no tenían mascarillas, solo eran para ellas".

Pero la versión ofrecida por la residencia no convencía a Ana, quien se propuso hablar con la compañera de habitación de su madre. Una misión complicada, puesto que desde el centro le negaban esa posibilidad.

"Llegué a hacerme pasar por un familiar de ella y aún así no me dejaban", recuerda.

Tras mucho insistir finalmente lo consiguió. Fue ella quien le confirmó que su madre "había fallecido de madrugada, y no a las once y cuarto de la mañana", algo que a Ana le cuadraba más con el estado en el que se encontraba el cuerpo de su madre. Fue "mentira, tras mentira, tras mentira...".

"ERA ALGO SURREALISTA"

Cuando la situación en la que se encuentra la residencia Elder de Tomelloso salta a los medios a nivel nacional, con el desmentido de la Junta de Comunidades a renglón seguido, Ana ya ha enterrado a su madre. Un momento de luto en el que ve ese cruce de acusaciones como "algo surrealista, era algo que no entraba en mi cabeza".

Y es que para Ana, el director de la residencia debía ser "como el capitán de un barco, el último en abandonarlo cuando se hunde", y sin embargo Sampedro había "desaparecido el primero". "Él se tenía que haber hundido con su barco", subraya.

Aunque su madre ya no estaba, para Ana el conocer que la residencia había sido intervenida por Sanidad fue una esperanza para los que aún estaban allí, "por lo menos que los que han quedado estén en mejores condiciones", pensó.

"NO ES UNA FÁBRICA, SON PERSONAS"

Concluida la primera ola, varias familias de residentes de la Elder y trabajadores se manifiestan exigiendo la dimisión de José Manuel Sampedro y acuerdan plantear una denuncia ante los tribunales.

Para Ana fue un punto importante, "nosotros éramos los afectados, esa persona no debía estar ahí al frente".

Y es que, subraya, "la residencia no es una fábrica, es para cuidar a personas a las que, en nuestras casas no estamos cualificados para hacerlo, porque no tenemos ni el personal ni el material adecuado".

"No sé si él ha llegado a entender que estaba tratando con personas, y esas personas tienen familiares". "No porque los llevemos a una residencia es que los estamos abandonado, no es así, ese no es el concepto. Lo hacemos para que lo que les quede de vida estén en las mejores condiciones posibles".

Para Ana el director de la residencia Elder "no ha entendido el trabajo que lleva en mano. Para él son números, pero para nosotros son personas", añade. "Todos tenemos padres, imagino que él también los tendrá y algún día nos entenderá".

Por ello han emprendido esta lucha en los tribunales para que se esclarezca lo sucedido, por sus familiares fallecidos, pero también por una gestión digna de las residencias y el futuro de los mayores. "Vamos a luchar por todo, por ellos", asegura.

"No sé si en algún sitio más habrá sucedido lo que ha sucedido en Elder", señala, pero si ha sido así insta a las familias a no callarlo, "porque con el tiempo se les va a quedar ahí en ese rinconcito del alma, que tenían que haberlo hecho por su familia". Pide así que levanten la voz y que "se entere todo el mundo de lo que ha ocurrido".

LAS PEORES NAVIDADES

Estamos a las puertas de fechas entrañables y en el hogar de Ana y sus hermanos estas navidades van a ser complicadas. "Las peores de mi vida", asegura, puesto que el covid no solo se ha llevado a su madre.

"Mi tía fue a ver a mi madre porque supuestamente no había covid, no había infección en la residencia y estaba abierta", explica. "La cerraron una semana después".

Era un domingo y su tía acudió al centro a visitar a su hermana, Ana compartió la tarde con ellas. "Abrazadas, se dieron besos, lo lógico de dos hermanas", recuerda emocionada. 

"Cuando mi madre iba para el cementerio, mi tía iba camino del hospital, porque se contagió". "A los ocho días muere mi tía, quien había contagiado a mi tío, que a los doce días muere". "Se contagiaron todos en Elder".

"Serán unas de las peores navidades que tantos españoles vamos a sufrir al no tener a nuestros seres queridos".

Comentarios