A estas alturas deberían ser pocas las cosas que me causaran extrañeza, pero Emiliano García Page, presidente de Castilla-La Mancha, tiene la habilidad de desmentir esta afirmación gracias a su incontenible verborrea. En este caso concreto me refiero a la demostrada bipolaridad que mantiene con respecto a las macrogranjas.

Hace unas pocas semanas, el presidente anunció a bombo y platillo (como solo él sabe hacer), una moratoria para la instalación de nuevas macrogranjas en Castilla-La Mancha. Por sentido común deducimos que la drástica decisión de prohibir la instalación de nuevas macrogranjas viene motivada porque son perjudiciales. No podemos explicárnosla de otra forma.

Pero a pesar de ello, en la primera ocasión que ha tenido ha salido en defensa de estas perjudiciales macrogranjas, atacando a Alberto Garzón, ministro de Consumo, por unas declaraciones que hizo hace unos días en una entrevista para The Guardian.

En la misma, Garzón elogia la ganadería extensiva "que es ecológicamente sostenible" y advierte de los efectos que sobre esta tiene el modelo de las macrogranjas, las cuales "cogen un pueblo de la España despoblada, meten 4.000, 5.000 o 10.000 cabezas de ganado, contaminan los suelos y el agua y después su carne, de peor calidad, normalmente se exporta, siendo de peor calidad".

No sé si el presidente ha llegado a leer la entrevista. Posiblemente, no. Pero como he dicho, ha aprovechado la ocasión para, en la línea populista instaurada por Isabel Díaz Ayuso, y del que Emiliano García-Page se ha convertido en alumno aventajado (como hemos visto durante la gestión sanitaria de la pandemia), atacar a Garzón, y ha salido defendiendo a las macrogranjas, esas mismas que como hemos deducido anteriormente son perjudiciales.

Pero esta nueva contradicción del presidente regional hace que me haga una serie de preguntas: ¿por qué el presidente defiende ahora a las macrogranjas que según él, son tan perjudiciales que merecen prohibir su instalación?; ¿qué presidente dice la verdad, el que ataca a Garzón y defiende a los especuladores de la carne, o el de la moratoria?; ¿de alguna forma se pretende intervenir en el mercado, prohibiendo la construcción de nuevas macrogranjas, para beneficiar a las que ya están instaladas?

Son muchas las preguntas que surgen. Pero la más importante, al menos para mí, es: ¿en alguna de estas dos posturas que defiende el presidente ha tenido en cuenta el interés de las ciudadanas y ciudadanos de nuestra tierra?

El presidente no se ha preocupado en defender a los ganaderos extensivos de Castilla-La Mancha. Tampoco se preocupa en defender a la ganadería familiar tradicional de nuestra tierra. Su afán, como hemos visto, es defender los intereses de las 3 o 4 empresas que ya han invertido en macrogranjas y que están instaladas en Castilla-La Mancha, a pesar de que hayan sido las responsables del cierre de cientos de explotaciones familiares, de haber llevado al paro a cientos de ganaderos y ganaderas, y de haber contaminado acuíferos y tierras de nuestra región. 

Pero no quiero acabar esta reflexión sin compartir con los que puedan leer estas líneas, y con el humilde propósito de que llegue a oídos del presidente regional, que el ministro al que le pide rectificación ha sido partícipe de que el Gobierno de España haya aprobado por decreto el paquete higiénico-sanitario que facilita el consumo de cercanía, los canales cortos de comercialización y la producción de alimentos más sostenibles, que beneficia de forma directa a las familias ganaderas. Esto mismo podría haberlo aprobado el Gobierno de Castilla-La Mancha ya que desde el 2004 lo permite la Unión Europea, pero en cambio no ha hecho nada.

Además recordar que ha sido el Gobierno en el que está Garzón el que ha prohibido la venta a pérdidas, medida que beneficiará también al sector tradicional ganadero, o sino que se lo pregunten a los productores de leche que han estado movilizándose contra la industria manufacturera láctea por este motivo.

Así que, señor presidente, dedíquese a hacer su trabajo para beneficiar a la ganadería extensiva y a las explotaciones familiares, en lugar de dedicar su tiempo a propagar bulos y mentiras sobre unas palabras que nunca ha pronunciado el ministro de Consumo. Con su actitud, lo único que consigue es sumarse a la peor derecha, buscando un enemigo exterior que tape su falta de ideas y propuestas.