¿Por qué Alfonso X el Sabio tiene un cráter en la Luna?

Alphonsus es el agradecimiento de la comunidad científica al rey astrónomo, al que se le debe la unificación de los calendarios, conocer la duración del día y la noche o en qué signo del zodíaco se encuentra el sol.
Montaje del cráter lunar dedicado a Alfonso X el Sabio junto a su estatua situada en la Biblioteca Nacional de España. — PERIÓDICOCLM
photo_camera Montaje del cráter lunar dedicado a Alfonso X el Sabio junto a su estatua situada en la Biblioteca Nacional de España. — PERIÓDICOCLM

TOLEDO.- Uno de los agradecimientos que la comunidad científica ha realizado a Alfonso X el Sabio fue dedicarle un cráter en la Luna al que se denominó Alphonsus Rex aunque luego quedó solamente como Alphonsus, que está ubicado muy cerca de otro que también lleva el nombre de un importante astrónomo toledano del siglo XI, Azarquiel.

El académico de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo José García Cano recuerda este hecho en un artículo coincidiendo con el octavo centenario del nacimiento del rey sabio publicado este martes en el blog del Portal de Cultura de Castilla-La Mancha.

Un texto con el que se recuerda la importancia del rey castellano, nacido en la ciudad del Tajo un 23 de noviembre de 1221, y que por méritos propios se convertiría en uno de los mecenas y defensores más importantes de la cultura y la ciencia de aquellos siglos.

Y es que muchas de las aportaciones científicas que Alfonso X y sus colaboradores realizaron hace ochocientos años en Toledo tuvieron una repercusión y trayectoria científica tan importante que varios siglos después aún se estudiaban.

García Cano explica que Alfonso X había heredado su inquietud por la ciencia de su madre, Beatriz de Suabia, y recuerda que hace siglos se decía, como crítica al rey toledano, que "mientras Alfonso contemplaba las cosas celestiales perdió las terrenas", argumentando que estuvo más tiempo pendiente de los astros y estrellas que de las cuestiones políticas y gubernativas.

Este rey aprendió ciencia con Aben Raghel y Alquibicio, sus expertos maestros que le despertaron el interés y la pasión por la astronomía, posiblemente dentro del antiguo Palacio de Galiana, que ocupa el actual enclave del Museo de Santa Cruz, junto a la toledana plaza de Zocodover.

Allí se confeccionaron las Tablas alfonsíes, libro redactado por Isaac ben Sid y Judah ben Moses entre 1263 y 1272 en el que se recogieron una serie de tablas astronómicas que mostraban las observaciones que se efectuaron tomando las coordenadas de la ciudad de Toledo, señalándose en ellas los movimientos de determinados cuerpos celestes y sus posiciones exactas con respecto a la tierra. .

El año en el que se tomaron las nuevas medidas que corregirían los datos de Azarquiel -el cual inventó el astrolabio universal o azafea- fue 1252, año de la coronación de Alfonso X.

Uno de los objetivos claros de las Tablas alfonsíes era conocer la posición del sol y de la luna, así como de los planetas que ya había descrito Ptolomeo siglos atrás, y una de las novedades que introdujeron fue la unificación de los diferentes calendarios existentes entonces, tomándose la decisión de establecer el 1 de enero como inicio del año natural. De hecho, el mismo Copérnico, que establecería el sistema planetario heliocéntrico, estudió estas mismas Tablas.

Este documento fue la única obra astrológica del rey Alfonso X que llegó a la imprenta en el Renacimiento, y se editó por vez primera en Venecia en 1483: un ejemplar de las Tablas alfonsíes, que se conserva en la Biblioteca Nacional, llegó a Toledo desde Italia traído por el cardenal Lorenzana a finales del siglo XVIII.

Entre los logros y aplicaciones que se consiguieron con los avances y estudios del rey sabio destaca, por ejemplo, conocer en qué signo del zodíaco se encontraba el sol, conocer la duración del día y de la noche, conocer la altura del sol a mediodía o hallar la longitud de la sombra conociendo la altura del sol.

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