Fuego en el Alcázar, llamas que dejan huella en la historia de Toledo

El 9 de enero se cumplían 135 años de un gran incendio que casi destruye por completo el Alcázar, la fortificación civil y militar vinculada por todos los costados a la historia de Toledo, en cuya evolución ha pasado de ser palacio a acoger el Museo del Ejército y la Biblioteca de Castilla-La Mancha.
Soldados intentando apagar el incendio en el Alcázar de Toledo en enero de 1887. —  JUAN COMBA (COLECCIÓN RABASF)
photo_camera Soldados intentando apagar el incendio en el Alcázar de Toledo en enero de 1887. — JUAN COMBA (COLECCIÓN RABASF)

TOLEDO.- En llamas se encontraba el Alcázar de Toledo el 9 de enero de 1887, cuando uno de los incendios que ha sufrido este edificio, el más devastador, provocaba que fuera pasto de las llamas la reconstrucción que había llevado a cabo cinco años antes el general marqués de San Román para instalar allí la Academia General Militar.

Según los archivos que se conservan de la época, el fuego fue muy virulento durante tres días y su extinción completa no se produjo hasta pasado un mes.

La reforma del marqués de San Román tuvo su origen, además, en otro incendio de 1810, durante la invasión francesa y este conllevó un riesgo que hubiera sido inasumible por los cargamentos de pólvora que custodiaba el Alcázar y que podrían haber supuesto unas consecuencias fatídicas para la ciudad.

Un siglo antes, en 1710, en la Guerra de Sucesión, el Alcázar ya había sufrido otro incendio de importantes dimensiones que lo dejó prácticamente en ruinas.

La efeméride de los 135 años del incendio de 1887 da pie a repasar la historia de este monumento declarado Bien de Interés Cultural (BIC), que ha sido testigo de innumerables acontecimientos históricos desde los árabes como moradores, que le dieron el nombre de "Al Qasar" traducido como fortaleza, hasta la actualidad en la que es sede del Museo del Ejército del Ministerio de Defensa y de la Biblioteca de Castilla-La Mancha.

Sin embargo, la existencia de una biblioteca pública en esta fortificación civil y militar es incluso anterior al gran incendio de 1887, ya que en 1878 se habilitó una zona como biblioteca a cargo de la Academia de Infantería que se trasladó al Alcázar en 1875 y que funcionó hasta el gran incendio nueve años después y entre 1900 y 1936.

No fue hasta 1998 cuando se inauguró la Biblioteca de Castilla-La Mancha tal y como la conocemos hoy en la planta superior del Alcázar, dependiente de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de la Junta de Comunidades y que se ha convertido en el centro bibliotecario más importante de la comunidad autónoma.

Además de biblioteca, esta fortaleza acoge también el Museo del Ejército desde el año 2010 cuando fue trasladado de Madrid, donde se creó como resultado de la fusión de diversos museos militares creados a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX con el objetivo de la conservación y difusión de los objetos relacionados con la historia militar.

Pero hasta llegar a tener sus funciones actuales -museo y biblioteca-, siglos de historia y episodios destacados de la misma han pasado en este edificio cuadrangular y entre sus características cuatro torres de 60 metros de altura.

Su ubicación en pleno casco histórico de Toledo supone una privilegiada situación que le ha dado valor estratégico en diferentes épocas, si bien también ha sufrido incendios y múltiples restauraciones a lo largo de los siglos hasta tener el aspecto actual.

Su primer uso fue como palacio romano en el siglo III, donde tras la conquista de la ciudad se estableció el Pretorio, y durante la época visigoda el rey Leovigildo estableció en él su capitalidad en el año 568.

Alfonso VI, Alfonso VII, Alfonso VIII y posteriormente Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio también dejaron su impronta en el edificio, y fue este último el que mandó construir las cuatro torres que hacen de esquinas del Alcázar; así como también reformaron su interior Pedro I el Cruel, Enrique I, Juan II, Enrique IV y los reyes católicos.

Ya en la Edad Moderna, Carlos I se alojó en el Alcázar que también modificó y en 1774 el arzobispo Francisco de Lorenzana propuso su restauración tras el primer incendio.

El episodio más cercano y que más se recuerda del Alcázar de Toledo está vinculado a la Guerra Civil española, cuando el coronel sublevado José Moscardó tomó la fortificación como punto defensivo y de resistencia y resultó casi destruido cuando las tropas leales a la Segunda República y los milicianos intentaron recuperarlo, durante el famoso asedio al Alcázar que duró 70 días.

En la visita al museo, no solo se pueden conocer las colecciones de armas, artillería, municiones, uniformes, insignias y otros muchos objetos militares sino también otras dependencias y el exterior y el interior del edificio como el patio de armas e incluso el despacho del general Moscardó que se conserva tal y como quedó después de los ataques y en el que pueden observarse incluso los agujeros de bala en sus paredes.

Moscardó es una de las figuras históricas que más unidas están a la historia del Alcázar y, de hecho, sus restos mortales reposan, junto a los de Milans del Bosch y otros defensores del edificio, en la cripta, una cuestión que sigue siendo objeto de polémica.

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