De mercurio y vida, las Minas de Almadén y su legado único celebran una década como Patrimonio de la Humanidad

Recorrer la mina subterránea, tal y como fue excavada, descubrir cómo era la vida de los forzados y la importancia del metal en torno al cual giraba la vida de la población, son algunas de las experiencias que ofrece la visita al Parque Minero.
Uno de los principales atractivos del Parque Minero es la posibilidad de recorrer la mina subterránea. - ARCHIVO
photo_camera Uno de los principales atractivos del Parque Minero es la posibilidad de recorrer la mina subterránea. - ARCHIVO

CIUDAD REAL.- Diez años han pasado desde que aquel sábado, 30 de junio de 2012, el repicar de las campanas y el estallido de los cohetes anunciaran a los vecinos de Almadén que sus minas, junto con las de la eslovena Idrija -la mexicana San Luis de Potosí desistió unos años antes- habían sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Una noticia que llegaba desde San Petersburgo, donde se reunía el Comité del Patrimonio Mundial en su trigésimo sexto encuentro.

A la tercera fue la vencida, y la localidad ciudadrealeña veía reconocida la importancia del metal extraído desde la antigüedad en sus minas, la huella dejada históricamente en sus elementos urbanísticos, monumentales e infraestructuras, así como en el estilo de vida de sus gentes y la propia organización social relacionados con la extracción del mercurio.

Un metal esencial para la economía moderna mundial, así como para las innovaciones tecnológicas derivadas de las técnicas mineras empleadas en su extracción.

Y es que, tal y como subrayaba uno de los criterios en los que se basó la declaración como Patrimonio de la Humanidad de estos sitios mineros, fue el reducido número de minas en las que se llevó a cabo la extracción de mercurio, siendo en este caso las de Almadén e Idrija, las dos de mayor tamaño y aquellas que han seguido en funcionamiento hasta hace relativamente poco tiempo.

Junto a ello se destacaba también el importante patrimonio dejado por la extracción intensiva de mercurio en estos lugares, especialmente en los últimos siglos. Un doble testimonio "único" que muestra los diferentes elementos industriales, territoriales, urbanos y sociales del sistema en la industria de extracción y producción de metales.

Dos lugares en los que aún hoy, años después de que se abandonara la producción, es posible acercarse a través de los elementos que conservan a esa actividad secular. Galerías subterráneas y elementos en la superficie, así como la conservación de artefactos empleados para la extracción, el transporte o el almacenaje del metal, permiten adentrarse en esta industria y las condiciones de vida de quienes la mantuvieron durante siglos.

Diez años después, el Parque Minero de Almadén atesora también otros títulos, como el Sello Europeo de Patrimonio -concedido el pasado mes de abril por la Comisión Europea-, el reconocimiento como Historical Landmark por parte de la Sociedad Europea de Química y como punto clave de la Ruta Europea del Patrimonio Industrial.

Distinciones para un enclave que se presenta al visitante con un conjunto de instalaciones y experiencias complementarias, que van desde la mina subterránea al hospital de mineros o la cárcel de forzados, pasando por su archivo histórico o el museo dedicado al mercurio.

Sin duda uno de los principales atractivos es la mina subterránea, que llega a más de 700 metros de profundidad, a la que se puede acceder en su primera planta, situada a unos 50 metros. Se trata de la de mayor valor histórico, con zonas de explotación de los siglos XVII al XIX, llegando al baritel (máquina a manera de cabestrante, movida por caballerías, utilizada para sacar minerales y agua de la mina) de San Andrés.

Pero no es esta la única galería visitable, puesto que también a través del pozo de San Teodoro se puede acceder a una situada en un nivel superior, donde un tren minero transporta al visitante hasta la superficie.

Un recorrido por las entrañas de la tierra a través del que conocer las técnicas de minería, saber cómo era la vida de los forzados, comprender el valor de este legado Patrimonio de la Humanidad y, sobre todo, sentir las sensaciones de estar en una mina real, conservada tal cual se excavó.

Como también es posible ponerse en la piel de quienes trabajaban en la mina, hasta mediados del siglo XVIII principalmente trabajadores libres que lo compaginaban con las labores agrícolas, aunque también en menor medida trabajadores forzados -para los que había una cárcel en el complejo-; o recorrer el hospital cuya apertura, en 1774, respondió a la necesidad de aumentar la mano de obra fija de la mina, pero en el que se atendió no solo a los mineros, sino a toda la población.

Visita que no puede terminar sin conocer algo más sobre el metal en torno al cual se articuló toda esta actividad, el mercurio, haciéndolo a través del museo dedicado a él. Ubicado en un antiguo almacén del Cerco de Buitrones, recuperado para esta misión expositiva, el edificio construido en 1941 alberga una serie de salas dedicadas a la geología y la paleontología de la zona, experimentos interactivos de física y química del mercurio, pero también se acerca a la historia de la metalurgia y muestra cómo se pesaba y envasaba el metal.

En su sótano, el visitante puede encontrarse con la historia de las minas y cómo el mercurio era transportado desde Almadén hasta los depósitos en Sevilla, desde donde partía en barco rumbo a América, siendo durante siglos un producto que generó importantes intercambios.

Una cita imprescindible para celebrar este décimo aniversario de una declaración como Patrimonio de la Humanidad deseada, perseguida y conseguida con la mirada puesta la conservación y difusión de un legado único.

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